En el último año, y debido al alza del precio de los alimentos y a la crisis financiera, se está produciendo la compra de tierras en naciones hambrientas por parte de algunos países ricos y empresas multinacionales. Las ONG’s ya han bautizado esta situación como the last land grab (la última apropiación de la tierra).
Los países ricos y las grandes multinacionales se están apresurando para comprar terrenos en Latinoamérica, África y Asia. Los países lo hacen para asegurarse el suministro de alimentos y las multinacionales para hacer negocio ahora que la especulación bursátil no rinde como en años anteriores.
Por un lado desplazan a ganaderos y pequeños agricultores de aquellas tierras, que utilizan actualmente, por no tener derechos de propiedad. En otros casos los pequeños agricultores pasan a ser jornaleros (¿esclavos?) de las grandes corporaciones. También existe riesgo medioambiental por la roturación de tierras para cultivos intensivos con una amplia utilización de herbicidas, plaguicidas, fertilizantes y abonos químicos. Como suele ocurrir los más desfavorecidos acaban siendo los más perjudicados.
Los países pobres pueden aumentar su producción agraria y ganadera desarrollando infraestructuras con la ayuda de los países desarrollados. En los casos más extremos los países ricos deberían apoyar el desarrollo de los países más pobres sin esperar ningún tipo de compensación a cambio. En los países no tan extremadamente pobres una fórmula puede ser acuerdos equitativos con los países ricos, en los que estos se aseguren el aprovisionamiento de alimentos y aquellos se vean beneficiados por tecnología e infraestructuras que aumenten su producción tanto para exportar como para uso interno.
Algunos países están aprobando leyes que prohiben la venta de tierras a extranjeros. Tal es el caso de Paraguay, que lo hizo después de morir un campesino, por un disparo de la policía, en el desalojo de una finca comprada por un brasileño para cultivar soja.
También es de destacar la pretensión de Daewoo de alquilar por 100 años la mitad de la tierra cultivable de Madagascar para plantar maíz. En esta isla más del 70% de la población vive por debajo del umbral de pobreza y más de medio millón de personas reciben ayuda del Programa Mundial de Alimentos. Parece ser que este proyecto no se llevará a cabo por el escándalo que ha causado internacionalmente y por la oposición dentro del mismo Madagascar. No es de extrañar el secretismo con el que se llevan este tipo de proyectos, se trata de impedir cualquier reacción contraria.
Vía: El País