Se acercan las Navidades con sus compras compulsivas, perennes a pesar de la crisis, y los animales corren el mayor riesgo del año de convertirse en objeto para muchas familias.
Debemos tener presente que los animales no son juguetes con un botón de “off” sino seres vivos que necesitan cuidados y atención durante al menos 10 años.
Y por si nuestra conciencia no llega tan lejos, también recordamos que la ley obliga a los dueños a mantenerlos en buenas condiciones sanitarias, prohibiendo su maltrato y abandono, y obliga al propietario a identificarlos, censarlos y contratar un seguro de responsabilidad civil en ciertos casos.
La realidad muestra que tras el capricho inicial llegan las decepciones, las incomodidades o las crías (al no esterilizar) y miles de familias abandonan a sus animales de compañía o incluso matan a los cachorros.
En España hay más de 4 millones de animales de compañía y, de estos, casi medio millón es abandonado cada año sin contar los sacrificados en clínicas o perreras y los que mueren atropellados en carreteras, enfermos o desnutridos.
La película Earthlings muestra con todo su realismo y crudeza cómo son los criaderos de animales para alimentar este mercado insensato y cómo son los refugios de animales y los métodos que usan para matar a los animales en algunos de ellos. Mejor no lo cuento.
Por estos motivos, comprar mascotas es perverso porque alimenta el ciclo de la cría y posterior abandono de animales, cuando existen centros donde recogen a los abandonados para darles una vida más digna: ADOPCIONES.
La magia del ser humano es que junto a atroces comportamientos también existen personas de gran corazón y humanidad como las protectoras o particulares que rescatan animales e intentan compasivamente, y casi sin recursos, salvar sus vidas y que sean adoptados por alguien responsable.
Por tanto, la decisión de ampliar nuestra familia con un animal debe ser ampliamente meditada y analizada y es mucho más solidario adoptar que comprar.
Y como ya hemos apuntado: pagar caprichos a nuestros hijos no compensa el tiempo que no les dedicamos, aunque los regalos respiren.
Vía: Paremos la barbarie
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