Dicen que los cuentos son para que los niños duerman y los adultos despierten.
Pues este debería ser como un despertador para muchos.
Una joven pareja entró en el mejor comercio de juguetes de la ciudad.
Hombre y mujer se entretuvieron en mirar sin prisas los juguetes de colores alineados en las estanterías y colgados del techo, en alegre desorden. Había muñecas que lloraban y reían, juegos electrónicos, cocinas en miniatura donde se hacían tartas y pasteles. No llegaban a decidirse.
Se les acercó una dependienta muy simpática.
«Mire», le dijo la mujer: «nosotros tenemos una niña pequeña, pero estamos casi todo el día fuera de casa y, a veces, hasta de noche».
«Es una cría que apenas sonríe», dijo el hombre.
«Quisiéramos comprarle algo que la hiciera feliz», añadió la mujer, «incluso cuando no estuviéramos nosotros… Algo que le diera alegría aún cuando estuviera sola».
«Lo siento», sonrío la dependienta con gentileza, pero «aquí no vendemos padres«.
Nos han mentido. No hay dinero que compense las migajas del tiempo de calidad que muchos padres dedican (voluntariamente) a sus hijos.
1 de cada 4 niños españoles se siente solo según la Encuesta de Infancia 2008.
La moraleja es fácil. Nada merece más la pena ni es más importante en la vida que criar a nuestros hijos y el tiempo que les dediquemos.
¡La Navidad es un buen momento de penitencia pero no es suficiente¡
Vía: Libro «El silencio de la Tierra» de Pedro Alonso de Luz y Sabiduría (cuento nº 189 )
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24 diciembre 2008 20:21
GENIAL HISTORIA!!
Me ha gustado mucho, me la llevo «prestada» pa’ mi blog!
Feliz Navidad a todos los integrantes del blog!