Debo reconocer que el tiempo pasa más deprisa de lo que nos parece. Para realizar la serie Simplifica tu vida me estoy basando en el libro homónimo, que no es demasiado antiguo. En él hablaban de los teléfonos del coche; aquellos aparatosos teléfonos movibles, que no móviles, que se instalaban en los coches. Aquello pasó a ser arqueología tecnológica y hoy en día se habla de teléfonos móviles. A estos artilugios va dedicado este post.
Todo, o casi todo, en la vida tiene su parte buena y su parte no tan buena. Depende del uso que demos a las cosas.
Es indudable que el teléfono móvil tiene sus ventajas: podemos avisar si llegamos tarde, sirve para las urgencias o para sentirnos más seguros en nuestros desplazamientos. Pero también recuerdo mis viajes en transporte público donde no paran de sonar los móviles y te enteras, sin quererlo, de las conversaciones privadas de otras personas. O las distracciones al volante (ahora minimizadas con los dispositivos de manos libres). O los paseos con alguien que está continuamente hablando por teléfono en lugar de conversar contigo.
Reconozco las virtudes del móvil, pero no hay que abusar. En casa sólo tenemos un aparato que utiliza mi esposa habitualmente y yo muy ocasionalmente. Claro que algunas personas me dicen que soy un bicho raro por no tener mi propio móvil, pero me queda el consuelo de no ser el único. No es necesario y no es bueno para la economía familiar que cada miembro tenga uno o más móviles, seguro que se puede pasar con menos.
En El Blog Alternativo: Simplifica tu vida