Bonitas rosquillas de chocolate (o el donut químico)

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Recientemente unos compañeros de trabajo me invitaron a una de las rosquillas de una caja que habían comprado en un centro comercial cercano. Por curiosidad, cogí la etiqueta con los ingredientes mientras ya andaba masticando el segundo bocado y sólo supe mascullar eso de no entiendo absolutamente nada.

He aquí lo que la industria alimentaria entiende por rosquilla de chocolate:

  • harina de trigo
  • agua
  • grasas y aceites vegetales de palma y nabina (pero qué rayos es la nabina)
  • dextrosa (habrá que preguntar a un químico qué diablos es esto)
  • levadura
  • harina de soja
  • gasificantes (E-450, E-500ff)
  • sal
  • suero lácteo
  • emulsionante (E-471, E-481)
  • aroma (vainilla)
  • leche desnatada en polvo
  • antioxidante (E-304, E-306, E-300)
  • huevos enteros en polvo (¿desde cuándo las gallinas ponen huevos pulverizados?)
  • colorante (E-160a)
  • cobertura (28.3%): de ella el 44.8% azúcar
  • grasa vegetal hidrogenada (palmiste)
  • cacao desgrasado en polvo (9%)
  • leche entera en polvo
  • emulsionante (E-322)
  • aromas
  • vainilla
  • «contiene o puede contener trazas de cereales con gluten o derivados, huevo o derivados, leche o derivados, frutos secos con cascara o derivados, pescado o derivados, altramuces o derivados, soja o derivados, sésamo o derivados«

Si aún no es suficiente, la etiqueta termina con este mensaje: producto descongelado, no congelar.

¿Qué clase de cócktail químico contiene este simple donut?. ¿Quién le puede dar a un niño una cosa así?.

Lo más parecido a una rosquilla que hemos hecho en casa son las llamadas de azúcar: harina, una pizca de levadura, huevos y algo de azúcar; tan simple como eso, NADA MÁS.

¿Se puede llamar a esto alimento?. ¿No sería más apropiado darle otro nombre como sustituto nutricional?. ¿Alguien entiende al cien por cien todos los ingredientes que se describen en la etiqueta?

Esta es la lógica de la industria en una sociedad consumista que demanda donuts baratos, aunque nutritivamente nulos. Sí, es cierto que sacian el apetito y la alta cantidad de azúcar te pone las pilas, aunque te hagan enfermar.

Lamentablemente hoy abandonamos la responsabilidad de alimentarnos en manos de otros para que sean ellos quienes decidan qué comemos, cuándo y cómo. No en vano parece ser que vivimos en una sociedad rápida, cambiante, donde hay que llenar todos los huecos de la vida con alguna actividad, los adultos e incluidos también los niños. No hay espacio para más, de ahí el éxito de las comidas enlatadas, precocinadas y listas para que a los sesenta segundos de pulsar el botón del microondas tengamos unos raviolis de queso aparentes, aunque nutricionalmente nulos y de una calidad dudosa. Y ya habrá tiempo de visitar al médico cuando sea necesario…

Me planteo una serie de preguntas muy peregrinas: ¿cómo no va a ser la obesidad una pandemia en la actualidad?, ¿cómo no van a proliferar tantas enfermedades asociadas a la pésima calidad nutricional de lo que comemos?, ¿por qué existen hoy día muchos más casos de cáncer que en el pasado y qué relación tiene este hecho con nuestra alimentación al estilo del donut químico?.

Alimentarse bien es cuestión de sentido común, aunque no hay que olvidar que nos venden la moto con relucientes envoltorios de colores y precios exageradamente atrayentes.

Por cierto, ¿alguien ha averiguado ya qué diablos es eso de la nabina y el palmiste?

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7 Responses

  1. Inma

    24 febrero 2009 22:49

    Esto es parte del artículo publicado en XLSemanal nº1112, del día 15/02/09. Me parece interesante. SALUD.

    Los científicos lo tienen claro: los alimentos influyen directamente en nuestra salud, incluso en nuestro ADN. Pueden curarnos enfermedades o provocarlas, y ya se habla de una nueva ciencia: la nutracéutica. En esta completa guía repasamos con ayuda de ocho expertos las claves de una alimentación sana, para vivir cien años.
    «Odio el brócoli», declaró una vez el presidente Jimmy Carter, y al día siguiente se encontró la Casa Blanca asediada por los productores de brócoli. Aquello fue sólo una metedura de pata que enojó a los agricultores, pero hoy su ocurrencia tendría, además, la total desaprobación de la comunidad científica. Porque el brócoli, y las coles, coliflores y coles de Bruselas son buenísimos para la salud; es más, nos protegen del desarrollo de tumores de mama y próstata porque contienen una sustancia, el indole-3-carbinol (I3C). Gracias al estudio de los mecanismos biológicos de los que se sirve nuestro organismo para protegerse, se ha descubierto una vía natural desconocida que nos abre las puertas a todo un mundo de maravillas. A medida que la ciencia profundiza en el funcionamiento de nuestro metabolismo, descubrimos que la naturaleza (protectora de la vida) nos ofrece una poderosa ayuda. En el caso de los vegetales con I3C, investigadores de la Universidad de Berkeley han demostrado cómo actúa éste: la digestión lo transforma en una sustancia (llamada `dim´) capaz de contrarrestar el desarrollo de los tumores de mama y de próstata. Y consigue hacerlo actuando sobre el ADN: activando la producción de células sanas o la destrucción de las tumorales. Recordemos que todos nosotros somos portadores de micro-tumores que aparecen de manera espontánea por factores externos: agentes químicos como los cigarrillos, las radiaciones, los virus… Pero también actúan factores internos: todos los días, millones de células de nuestro cuerpo se dividen para renovarse y, de vez en cuando, durante ese proceso se producen errores que pueden, en combinación con cromosomas defectuosos, provocar un tumor. El organismo bloquea y elimina la mayoría de los microtumores, pero no está de más ayudarlo. Ciertos alimentos sirven para esto.

    1. A LA CAZA DE LAS GRASAS OCULTAS
    El consumidor ignora en ocasiones la presencia de ácidos grasos `trans´, ya que los fabricantes no están obligados a mencionarlos en el etiquetado
    Están desterrados de los restaurantes de Nueva York y California. En Holanda, el Netherlands National Institute for Public Health and the Environment estima entre 1.000 y 1.500 el número de muertos que se les puede imputar directamente: más que la cifra de fallecidos en carretera. Se trata de los ácidos grasos `trans´ (AGT), grasas industriales ocultas en multitud de productos de supermercado: bollería, pasteles, snacks, patatas chips… Se obtienen mediante un sencillo proceso: la hidrogenación. Al inyectarle hidrógeno, el aceite se transforma en una especie de pasta que, empleada en los pasteles, les confiere esponjosidad. Más baratas que la mantequilla, las grasas `trans´ permiten, además, alargar el tiempo de conservación de los alimentos.
    Pero estos ácidos grasos están en el punto de mira de los científicos. Se los acusa de incrementar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, de diabetes e incluso de cáncer de mama. En estos tiempos de lucha contra la obesidad, los industriales realizan declaraciones virtuosas. Nestlé asegura que «los ácidos grasos `trans´ han sido totalmente desterrados desde hace dos años». Igual que Unilever, que ha revisado la composición de sus margarinas.
    En cualquier caso, el etiquetado de los `trans´ no es obligatorio, a diferencia de en Canadá y Estados Unidos, donde debe figurar el porcentaje de `trans´ en la etiqueta desde 2006. Para detectarlo, mire si se menciona `grasa vegetal hidrogenada´. No falla. El problema es que los fabricantes pueden indicar un simple `grasas vegetales´. El pasado verano se presentó una propuesta de ley para un etiquetado más preciso. ¿A la espera de una prohibición pura y simple?
    2. ¡MALDITOS PESTICIDAS!
    Gracias a ellos, el campo abastece los mercados, pero su abuso contamina el ambiente y los alimentos que protegen. ¿A qué estamos expuestos?
    Cerca de tres millones de personas se envenenan cada año en el mundo por exposición directa a agrotóxicos. Unas 200.000, dice la Organización Mundial de la Salud, no viven para contarlo. Eso sí, la suerte está desigualmente repartida: hay 13 veces más envenenados, casi todos agricultores, en el Tercer Mundo que en Occidente. La exposición directa a este tipo de químicos, sin embargo, no es el único peligro que entraña su uso. La presencia de residuos de plaguicidas en alimentos, en el agua, en el aire o en el interior de edificios, trenes o aviones supone una carga tóxica cuyas consecuencias ignoramos. Muchos de los pesticidas actuales, de hecho, no pueden ser evaluados por la opacidad de la industria sobre su toxicidad. Aun así, el Parlamento Europeo acaba de prohibir el uso de 22 sustancias reconocidas, en exposición directa a ellas, como cancerígenas, mutagénicas o que afectan a la reproducción. Para los ecologistas, la cifra se queda corta. Un informe de Greenpeace identifica cerca de 170 pesticidas usados en la UE sospechosos de implicar graves riesgos para la salud y el medio ambiente. Comer, respirar o beber estas sustancias, aunque sea dentro de los límites autorizados, sospechan los médicos, puede producir alteraciones en nuestro organismo, como tumores y trastornos del sistema reproductivo, inmunitario o nervioso. Ante la falta de evidencias sobre sus efectos a largo plazo –la ciencia no ha podido probar una relación directa entre las cantidades de pesticidas que permite la ley y dolencias concretas–, los agricultores presionan contra la reducción drástica de su uso, que, aducen, implicaría su ruina. A lo que se añade el hecho de que la ley europea no es universal. «La normativa subirá nuestros precios –auguran desde la patronal agraria, Asaja– y la gente comprará naranjas de quién sabe dónde, sin saber si se ha usado mano de obra infantil o un fitosanitario que en la UE está prohibido.»

    3. ELIMINE LOS ADITIVOS
    A algunos de ellos se los acusa de afectar al material genético de las células. Nada más y nada menos.
    Una broma, ¿los perritos calientes son cancerígenos? No. A través de varios estudios realizados en EE.UU. se ha detectado un incremento significativo del riesgo oncológico en aquellos niños que son grandes consumidores (varios hot dogs por semana). ¿El factor incriminado? Los nitritos, un conservante a menudo utilizado en la charcutería. La Efsa (Agencia de Seguridad Alimentaria de la UE) acaba de prohibir un colorante rojo (E128), sospechoso de ser cancerígeno y, la guinda del pastel, de «afectar al material genético de las células», nada menos. El E128 se usaba hasta hoy para colorear la carne de hamburguesas y salchichas. Colorantes, aditivos y conservantes han invadido nuestro plato y la Efsa ha iniciado una gran `reevaluación´ sobre estos intrusos omnipresentes. Mientras tanto, los estudios científicos no son muy tranquilizadores. En lo que se refiere a colorantes, según trabajos publicados por la prestigiosa revista científica The Lancet, algunos podrían ser causa de un agravamiento de la hiperactividad en los niños, los grandes consumidores de golosinas. Entre las sustancias sospechosas se incluye el benceno (E320 y E321), muy eficaz para prevenir que las grasas se pongan rancias. El problema es que también podría ser cancerígeno. En la palestra están, asimismo, los paraben, unos conservantes presentes en la cosmética y la alimentación y que están en el punto de mira de la Efsa desde 2004. La agencia se reserva aún su opinión definitiva, pero ya se ha comprobado que las ratas que consumieron propil-paraben, incluso en dosis mínimas, experimentaron un descenso en la producción de esperma. De manera prudente, la Efsa se ha declarado incapaz de determinar una «dosis diaria autorizada».

    APRENDE A LEER LAS ETIQUETAS
    No es difícil perderse entre la retahíla de los `E´. Se clasifican en función de su efecto. Los E100 son colorantes; los E200, conservantes; los E300, antirranciedad y acidificantes; los E400, amulsificantes… Una regla sencilla, que nos aconsejan los especialistas: evite comprar productos con más de 3 `E´. Y aléjese de los colorantes E100. Muchos de éstos están bajo sospecha, como el cóctel puesto en entredicho en el estudio elaborado por la revista científica The Lancet sobre la hiperactividad: el amarillo ocaso (E110), la azorrubina (E122), la tartrazina (E102), el ponceau 4R (E124), el amarillo de quinoleína (E104), el rojo allura AC (E129) y un conservante, el benzoato de sodio (E211). En teoría, el E128 está prohibido. Hay que vigilar los nitratos-nitritos: E249-E252; los paraben (E214-219) y, especialmente, el propil-paraben (E216-217), que son perturbadores endocrinos. El BHA y el BHT son, posiblemente, cancerígenos (E320, E321).

    LA CARNE ROJA Y EL CÁNCER
    Por Carlos A. González Svatet
    Epidemiólogo del Instituto Catalán de Oncología y coordinador en España del proyecto EPIC, que desde hace 15 años estudia la relación entre alimentación e incidencia del cáncer en 500.000 europeos (40.000 españoles).
    La evidencia científica más sólida sobre alimentos que pueden contribuir al cáncer relaciona las carnes rojas –cerdo, vacuno, oveja…– con el tumor colorrectal. El responsable de su color característico, el pigmento hemático de hierro, es la fuente más importante para la aparición en nuestro cuerpo de unos compuestos cancerígenos llamados `nitrosaminas´. Éste, sin embargo, no es el único mecanismo de acción; cuando se cocina a altas temperaturas y en contacto con la llama, se genera otra serie de compuestos cancerígenos. No se trata de suprimir la carne de nuestra dieta, pero, como con todo, conviene no abusar. Con un consumo máximo de 70 gramos diarios –500 semanales– y, preferentemente, poco hecha. Además, en la carne, y sobre todo en los embutidos, para evitar la contaminación bacteriana se utilizan conservantes como nitritos y nitratos, otra fuente para la formación de nitrosaminas, que son cancerígenas. Hay evidencias de que un 30 por ciento de los tumores guardan relación con la dieta, la actividad física y la obesidad. Y otro alimento muy importante en el cáncer es el abuso del alcohol, responsable de entre el cinco y el siete por ciento de los tumores. Produce cáncer de cavidad bucal, faringe, laringe, esófago, de colon y recto, de mama –hay evidencias suficientes– y de hígado.

  2. jReilly

    25 febrero 2009 09:05

    Gracias Inma por la mención del artículo. Muy interesante y extremandamente importante porque ¡la gente tiene que saber!. Debemos modificar nuestros hábitos alimentarios para: 1. comer saludablemente y disfrutar de todas las facetas de una buena salud (física, emocional, social…) 2. mandar al paro a una industria no sostenible que nos envenena con bonitos reclamos publicitarios y juegos malabares con precios ínfimos, 3. apoyar a nuestros agricultores locales para revitalizar el mundo rural, que son, quienes, en definitiva, nos alimentan, a nosotros y a nuestros hijos. No hay que sospechar por norma de todo lo que se vende en las estanterías de los supermercados, pero sí aplicar el sentido común en lo que nos llevamos a la boca. De nuevo, gracias.

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