Vivimos en una espiral donde las prioridades se confunden. Nos queremos convencer de que lo más importante es el dinero porque nos permite vivir en determinadas condiciones: y para ello tenemos que trabajar. Incluso muchas veces se ensalza el «sacrificio» que consiste estar atareados de sol a sol a cambio de un gran salario…
Pero ¿hay algo que tenga más valor que el cariño de un hijo…?
Obviamente, hay veces que parece que no hay opciones, y hay muchas personas a las que las exigencias de una vida difícil obligan a tener poco tiempo para la familia. Pero no deberíamos perder de vista que hay cosas más importantes que el dinero, como son el cariño y el amor de la familia. Si partimos de la base adecuada nuestros hijos no necesitarán ahorrar para estar con nosotros…
Os dejo con ésta sencilla historia sobre el amor de un niño por su padre.
Un hombre vino a casa tarde del trabajo, cansado e irritado, y encontró a su hijo de 5 años esperando en la puerta.
«¿Papá, puedo hacerte una pregunta?»
«Sí, ¿cuál es?» -contestó el hombre.
«Papá, ¿cuánto ganas en una hora?»
«Eso no es asunto tuyo. ¿Por qué preguntas eso?» – Dijo el hombre enojado.
«Sólo quiero saberlo. Por favor dime, ¿cuánto ganas en una hora?» – repitió el pequeño.
«Si quieres saberlo, en una hora gano 3000 pesetas.»
«Oh» – contestó el pequeño, cabizbajo. Volviendo a mirarlo, dijo:
«Papá, ¿puedo pedirte prestadas 1.500 pesetas?»El padre se puso furioso
«Si la única razón por la que me has preguntado eso es para poder pedirme prestado dinero para comprar un juguete tonto o alguna otra cosa sin sentido, entonces vete directamente a tu cuarto y acuéstate. Piensa sobre por qué estás siendo tan egoísta. Yo trabajo muy duro muchas horas todos los días, y no tengo tiempo para estas tonterías infantiles.»
El chico fue calladamente a su cuarto y cerró la puerta. El hombre se sentó y empezó a ponerse aun más enfadado pensando en la pregunta del muchacho.
«¿Cómo se atreve a preguntar cosas así sólo para conseguir algún dinero?»
Después de aproximadamente una hora o así, el hombre se había tranquilizado, y empezó a pensar que quizás había sido un poco duro con su hijo. Quizás había algo que realmente necesitara comprar con las 1.500 ptas. y realmente no pedía dinero muy a menudo. El hombre fue a la puerta del cuarto del muchacho y abrió la puerta.
«¿Estás dormido, hijo?» – Preguntó.
«No papá, estoy despierto,» – contestó al muchacho.
«He estado pensando, quizá haya sido demasiado duro contigo antes,» -dijo el hombre, – «Ha sido un día largo y he pagado mi agresividad contigo. Aquí están las 1.500 pesetas que me pediste.»
El pequeño se sentó y sonrió. – «¡Oh, gracias papá!» -gritó.Entonces, buscando bajo su almohada sacó algunos billetes arrugados. El hombre, viendo que el muchacho ya tenía dinero, empezó a enfadarse de nuevo.
El pequeño contó despacio su dinero, y después miró a su padre.
«¿Por qué pides más dinero si ya tienes?» – refunfuñó el padre
«Porque no tenía bastante, pero ahora sí»- contestó
«Papá, ahora ya tengo 3.000 ptas. ¿Puedo comprar una hora de tu tiempo?
Por favor ven a casa temprano mañana. Me gustaría cenar contigo.»
Vía: Libro «El Silencio de la Tierra» de Pedro Alonso de Luz y Sabiduría
En el Blog Alternativo: ¿Qué regalamos al niño?
9 julio 2009 14:36
¡Que las agujas del reloj no nos marquen nuestras prioridades!
Por supuesto que el Amor (de familia, de pareja, de amistades…) no tiene precio, ni puede estar supeditado al tiempo.
Un saludo… sin prisas!
Cousiñas de Ro
9 julio 2009 15:17
Aisss, que bonitooooo.
No he podido evitar que se me salten unas lagrimillas…
Es precioso. Gracias.
9 julio 2009 15:26
Estas historias nos pegan pequeñas sacudidas interiores: siempre son un regalo para todos. Gracias por compartir , Rocío y Marisilla.
9 julio 2009 16:36
desde hace dos años….»cuando comencé a despertar»….renuncié al tope de horas cátedra que tenia en un colegio…para tener mucho más tiempo con mis cuatro hijos y mi esposo.
disfruto de desayunos…todos los almuerzos…y hacemos pan juntos.
hay que vivirlo para valorar este relato.
Gracias.
9 julio 2009 17:27
El cuento refleja una triste realidad: la de muchos niños que crecen sin disfrutar de la presencia de sus padres; no obstante, también son muchos los padres que hacen lo posible por estar el mayor tiempo con sus hijos, porque ser padre no es sólo vestir, alimentar al niño, también es educarle, jugar, alimentarle emocionalmente, y esto, sin tiempo, no es posible. Muy bonito el cuento. Ya ves, vivimos en una sociedad con mucha tecnología, muchos gadgets por todas partes, tantas comodidades en casa que nuestros bisabuelos alucinarían y, sin embargo, muchas familias no tienen tiempo para estar ¡con sus familias!. Empleamos y distribuimos muy mal nuestro tiempo, ¿no se nos prometió que el progreso nos permitiría tener más tiempo libre y de ocio?. Vale, sería otro tipo de progreso…, vaya, ya me he enrrollao
9 julio 2009 17:34
Tienes toda la razón, cecilia. MUCHAS GRACIAS. Hay un gran relato ahí detrás…
9 julio 2009 17:38
Es verdad lo que dice Cecilia, hay que vivirlo para saber lo que es poder disfrutar de los afectos, para poder crecer con ellos. No tengo la fortuna de tener niños, pero desde hace un tiempo puedo dedicarle tiempo a mi compañero, a mi madre, a mi hermana, y mi vida ha adquirido más dimensiones. Muchas gracias por este precioso relato. También es bonito saber que mis lagrimitas son compartidas con las de otros.
9 julio 2009 19:50
Sí, jreilly, en el fondo nos engañaron con lo del progreso. Aunque progreso tecnológico no quiere decir proceso intelectual, o mental, o espiritual. Aunque ha habido avances, nos queda mucho. Pero lo importante debe ser que cada vez haya más gente en el camino.
No te puedes ni imaginar la de gente que comparte el deseo de un mundo mejor, Mariana. Somos muchos… Gracias a los dos por compartir.
9 julio 2009 20:30
En muchísimas ocasiones, nuestros horarios no nos permiten volver antes a casa.
Cuando estuve en Portugal (país con clima similar), allí las tiendas las cierran a las 18:00. Aquí se cierran a las 20:30, como pronto.
Y ya no digamos a los hijos de camareros. Cuando los demás están de ocio (noches y fines de semana) es cuando ellos trabajan. Su día libre es entre semana. ¿Cuándo ven a sus hijos?
9 julio 2009 21:26
Ya conocía el relato, pero me sigue emocionando. Aichssss esas lagrimillas compartidas…;)
Juanjo no sabes la razón que tienes: el padre de mi hijo es camarero…:((
10 julio 2009 14:03
Y este cuento tampoco tiene precio. Gracias por recordarnos estas sabias lecciones. Por la cantidad de comentarios que tiene el post, parece que ha calado hondo. Un abrazo!!
10 julio 2009 14:25
Peregrino, me prestas el cuento para llevarlo a mi blog?
Espero noticias, gracias.
10 julio 2009 14:26
Yo también estuve trabajando en hostelería y sé de lo que habláis. Hay dos temas: uno es el tiempo que, efectivamente, pasamos con nuestros hijos, y otro es la CALIDAD de ése tiempo: porque si nos dedicamos a ponerles la tv sentados a su lado, algo sigue fallando… mmmm, aquí hay otro post… ¿alguien se anima?
10 julio 2009 14:40
Todo tuyo: el cuento no es mío, en todo caso. Seguramente, pertence al inconsciente colectivo…
Gracias
13 julio 2009 14:31
En muchas profesiones tenemos este problema.yo soy enfermera y trabajamos a turnos,noches, navidades, verano,domingos.tienes que hacer verdaderos malabarismos.un saludo
14 julio 2009 08:05
Es verdad: y debemos ser conscientes de la CALIDAD del tiempo que pasamos con nuestros hijos, además de la cantidad. Can-men está acabando de perfilar un artículo sobre eso precisamente…