«Si las mujeres maduras estamos dispuestas a revisar nuestra historia
sin aferrarnos a ella, y si logramos darnos cuenta que tal vez hemos
sido innecesariamente hostiles o severas en el pasado, podremos
resarcirnos abriendo las puertas de la conciencia femenina para que
nuestras hijas y nueras puedan transitar el camino de la maternidad
con mayor sostén, apoyo y generosidad. Sólo entonces mereceremos
ser llamadas mujeres sabias»
Laura Gutman
El 26 de julio es el día de los abuelos coincidiendo con la festividad de San Joaquín y Santa Ana, abuelos del Niño Jesús.
Una fecha como otra cualquiera para acordarnos de estas personas doblemente padres, ya que casi todos ellos, de forma ocasional o diaria, ejercen un importante papel en la vida de sus nietos: criándolos, co-criándolos, recogiéndolos del colegio, cuidándolos cuando están enfermos, contándoles cuentos, haciendo gestiones para que los padres tengan más tiempo después del trabajo, cocinando, escuchando, … pero sobre todo, con su PRESENCIA.
En una sociedad que teme el devenir de los años y las señales del tiempo, la figura de los abuelos es, sin embargo, un canto a todo lo que se aprende en la madurez y se puede aportar con paciencia y cariño a los nietos.
Los abuelos son una de las piezas claves de la sociedad, el sostén más grande que puede existir en un momento de desprestigio del ejercicio presencial de la maternidad y falta de ayudas públicas, y una fuente de equilibrio y de amor para los niños.
Todos los homenajes serían escasos para agradecer a todos los abuelos que ejercen de abuelos o de padres su labor y su entrega a la causa de “se necesita una aldea para criar un niño” y Laura Gutman alaba en este artículo la sabiduría de las mujeres sabias y canas que transmiten de generación en generación todo el bagaje de la maternidad.
A todos los abuelos del mundo y especialmente a las dos bisabuelas y cuatro abuelos de mi hijo, GRACIAS por vuestro amor incondicional.
Ojalá en el futuro, la generación de padres del tiempo de calidad escaso que sobrevive gracias a sus mayores sepa devolver a sus hijos y nietos todo lo que ellos han recibido e, idealmente, haber cambiado el mundo para que sean los padres quienes puedan criar a sus hijos y los abuelos solo mimen…
LAS MUJERES SABIAS
Con la ilusión y la ambivalencia de devenir abuelas, las mujeres maduras nos disponemos a afrontar esta nueva etapa, procurando ofrecer a nuestros nietos lo que quizás no pudimos ofrecer a nuestros hijos: tiempo disponible.
Sin embargo, la “abuelidad” tiene un objetivo mucho más pleno y necesario, que es la función de transmitir los secretos de la maternidad a las mujeres más jóvenes, ofreciendo nuestro conocimiento acerca del mundo interior, ya que ahora no necesitamos alimentar al niño, sino que superamos ese rol nutriendo espiritualmente a la comunidad de mujeres que devienen madres.
Es posible que en el pasado hayamos padecido situaciones penosas, y a partir de esas vivencias hoy podamos optar entre dos posturas: ser duras y críticas desaprobando el modo en que ellas crían a sus hijos –con lo cual nuestras hijas necesitarán distanciarse de nosotras- o bien abrir el corazón con nuestra experiencia de antaño a cuestas, y ponerla al servicio de las madres jóvenes apoyándolas, comprendiéndolas, aceptándolas, amándolas y admirándolas. Y así constatar la cercanía y el entendimiento que podemos producir entre las diversas generaciones, cosa que redundará a favor del niño.
Es verdad que hemos desmerecido globalmente la sabiduría profunda de las mujeres maduras a causa de la mala reputación que han adquirido las arrugas y algunos cabellos blancos. Pero que nuestro físico pierda fuerza y belleza en la madurez es imprescindible para desapegarnos de lo aparente y sumergirnos en la complejidad del ser.
Si quedáramos muy atadas a lo físico, difícilmente estaríamos dispuestas a zambullirnos en lo insondable de la vida espiritual. Necesitamos la belleza de las arrugas, el grosor de la piel algo más curtida y la fluidez de los tejidos un poco más blandos, para desparramar la sabiduría de la experiencia sobre quien esté dispuesto a aprovecharla.
Tengamos en cuenta que hoy son muchas las mujeres jóvenes con niños en brazos necesitando huir del hecho materno. Si las mujeres maduras estamos dispuestas a revisar nuestra historia sin aferrarnos a ella, y si logramos darnos cuenta que tal vez hemos sido innecesariamente hostiles o severas en el pasado, podremos resarcirnos abriendo las puertas de la conciencia femenina para que nuestras hijas y nueras puedan transitar el camino de la maternidad con mayor sostén, apoyo y generosidad. Sólo entonces mereceremos ser llamadas mujeres sabias.
Laura Gutman
Vía foto: Tan Wei Kheng
Vía texto: Laura Gutman
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25 julio 2013 12:32
El merecido Día de las Abuelas y los Abuelos