¿Cómo sería una sociedad en donde la cooperación fuese el leit motiv de nuestras vidas?
Como padre me he planteado en muchas ocasiones cómo enseñarles a mis hijas las habilidades necesarias para hacer cosas con otros niños, lo que en la vida adulta llamamos trabajar en equipo. Sin embargo, cuando lo pienso bien, siempre llego al mismo callejón sin salida: ¿no existe una auténtica contradicción en nuestra sociedad al fomentar una actitud ante la vida de cooperación con los demás cuando al mismo tiempo, el ambiente laboral está dominado en la mayoría de los casos por la competitividad y cuando la economía misma gira en torno a este concepto?.
Esto me plantea muchas más dudas que respuestas, por ello quiero compartir con vosotros algunas reflexiones.
En el mundo económico, la competición es una pieza fundamental, ¿verdad?; los gobiernos crean un marco regulador en el que las empresas puedan competir y como consecuencia de ello, se crean nuevos productos, surjen nuevas empresas, se bajan precios, etc.
Sin embargo, ¿qué coste humano tiene esto en los trabajadores?. Una presión enorme por llegar a ser mejor que los demás y, ya no digamos, dentro de las empresas, la competitividad entre empleados es causa de enormes presiones, estrés, ansiedad, el síndrome del padre ausente, etc.
Yo me pregunto, ¿es esta forma de trabajar la más acertada para llegar a un objetivo, para conseguir un buen resultado?. Entiendo que sí cuando el contexto en el que estás te obliga a trabajar de esa manera, cuando además para conseguir ascensos y mejoras laborales, el corporativismo te obliga a marcar distancias y tener otras cualidades no necesariamente profesionales o técnicas, estoy hablando del típico trepa, vamos.
No obstante, cuando los objetivos a alcanzar están claros, estoy convencido de que cooperar arroja mejores resultados que competir.
En un equipo de trabajo siempre tiene que ser mejor la suma de las aportaciones individuales que lo que cada uno pueda hacer individualmente, porque no hay nadie que lo domine todo ni nadie cuyas destrezas superen a las del conjunto. Si esto es así, ¿por qué educar en la competición?.
Esto no es una divagación intelectual, tenemos claros ejemplos de éxitos de enfocar la vida y el trabajo desde este punto de vista.
Linux es un sistema operativo de ordenadores que es y ha sido desarrollado por miles de programadores de software de todo el mundo.
La licencia copyleft se utiliza para lanzar publicaciones con la convicción de que el conocimiento compartido genera más y mejor conocimiento que el que se blinda con la propiedad intelectual.
El ambiente de trabajo en Google, sin ir más lejos, fomenta la cooperación y la creación de ideas en unas instalaciones que a más de uno nos parecerían ciencia ficción por tratarse de una empresa (de las más rentables del mundo).
Si competir genera tensión, estrés, ansiedad, frustración, entonces ¿por qué educar a nuestros hijos en la competitividad?.
Si cooperar consiste en dar lo mejor de nosotros mismos y conectar con los demás para resolver en conjunto un problema u obtener un resultado, entonces ¿por qué no educar a nuestros hijos en la cooperación con los demás?.
¿No es lo que menos nos gusta de nuestra sociedad el resultado de una competitividad agresiva?.
Sí, ya sé, la naturaleza misma es una continua lucha y competición, pero ¿acaso no somos humanos precisamente por haber salido de las cavernas?.
Aquí dejo planteadas más preguntas que respuestas, aunque yo estoy convencido de que educar en la cooperación crea mejores personas y este principio lo pienso aplicar en la educación de mis hijas.
30 julio 2009 15:32
Mi hijo sencillamente se niega a competir y se aparta de cualquier juego que implique competición directa.
27 octubre 2010 14:42
Uau, gracias por recordármelo. Es cierto: en este mundo la competencia siempre está presente. ¿Acaso es posible librarse de ella? Pues «posible» es todo, pero para librarnos de la competencia tendría que darse una condición: que hubiera un sólo «jefe»… he ahí el eterno problema… ¿aceptarán los «poderosos» un único líder mundial?…