LA REVOLUCIÓN SOLIDARIA

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«Mis venas no terminan en mí, sino en la sangre unánime de los que luchan por la vida, el amor, las cosas, el paisaje y el pan,
la poesía de todos.»
Roque Dalton, poeta y revolucionario.

Vivimos en la abundancia. Hemos llegado a un momento donde si realmente empezáramos a pensar como seres humanos no habría hambre en el mundo. Una pequeña parte del planeta está preocupada por problemas asociados a la sobrealimentación, mientras una gran parte se debate entre el hambre, enfermedades erradicadas en el resto del «planeta civilizado», y guerras absurdas provocadas por siniestros personajes…

¿Podemos hacer algo?

Pues claro que sí…

Como plantea muy adecuadamente en este artículo de Humanismo y Conectividad, hace un tiempo ya apreciable que hemos llegado a un punto donde las necesidades materiales ya no deberían ser las prioridades… por la muy válida razón de que ya están superadas. Con los niveles de producción que tenemos en estos momentos de alimentos y demás necesidades básicas, no necesitaríamos preocuparnos por ello nunca más.

Las pruebas son claras: en el «primer mundo» sobra de todo y en gran cantidad. Situaciones como la que vivimos en estos momentos, donde hay una casta de «privilegiados» que malgastan mientras el resto del mundo sufre, no es nueva. En otras épocas ha habido revoluciones a menudo sangrientas por parte de los menos favorecidos, exasperados tras asistir a la ceremonia del abuso de los ricos.

¿Qué se supone que ha cambiado? Deberían haber cambiado muchas cosas. Es hora de demostrar que hemos evolucionado desde la época de la Revolución Francesa, por ejemplo. Que tenemos otras formas de solucionar los conflictos. Que sabemos olvidar nuestros particularismos absurdos, elegir nuestras necesidades reales, realizarnos en la verdadera COMPASIÓN

Y mientras, ¿qué podemos hacer desde nuestro pequeño mundo?. Ser mejores cada día. Pero no mejores en dinero, en títulos, o en posición social: ser mejores hacia nuestro entorno, hacia nuestros semejantes, hacia la vida en general. Porque extendiendo el verdadero amor a nuestro alrededor lograremos que se extienda el convencimiento de que todos los seres humanos merecemos ser felices.

Solo así lograremos que estalle la única revolución que puede funcionar: la revolución del espíritu. Una revolución que debería partir del reconocimiento de la ley básica que tantos y tantos pueblos han conocido desde tiempos ancestrales: «no hagas al prójimo lo que no querrías para tí mismo«. ¿Querríamos que nuestros hijos murieran de inanición, o de malaria, o de sida…?

Estoy seguro de que podremos lograrlo.

Más información: Fao

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4 Responses

  1. Andres

    2 septiembre 2009 20:48

    Muchas gracias por citarme!! Es un placer sentirse que uno contribuye a circular y resignificar las ideas que están en producción, gestación y reciclado. un abrazo
    Andres

  2. Peregrino

    2 septiembre 2009 20:58

    Gracias a tí, Andrés: eres una fuente de inspiracióno constante para mí, te lo aseguro. Es genial contactar entre los que estamos en esto de cambiar las cosas, verdad?
    Un abrazo para tí también, y nos seguimos leyendo.

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