Mi abuelo se llamaba Luis. Nació en un pequeño pueblecito de Castilla. Desde pequeño destacó por ser alguien especial, dentro de una familia especial. Ya en los años 20 su padre, gran trabajador, no iba a la iglesia, con lo que eso implicaba en un entorno rural de aquellos años, porque no entendía que el cura diera la misa de espaldas a la gente.
Mi abuelo Luis fue uno de los primeros huelguistas de España. Cuando, de pequeño, era monaguillo no estaba de acuerdo con la «paguilla» que les daba el cura. Por supuesto, nadie le secundó y de ahí nacieron el huelguista y los esquiroles del valle del Rudrón.
Con 14 años llegó al pueblo un maestro, rojo por supuesto, que se empeñó en enseñar a aquellos «mozos» a costa de lo que fuera, incluso de una borrachera monumental. El primer día dijeron a aquel maestro que era costumbre, al llegar al pueblo, ir de casa en casa, saludar a los vecinos y beber la copa de anisete que le ofrecieran. No pudo dar mucha clase los primeros días de lo perjudicado que terminó.
Mi abuelo Luis, aprendió a escribir y a leer con aquel maestro y como tuvo en gracia ser «el número uno de la escuela» se ganó un premio. Su maestro le llevó a ver la Catedral de Burgos y a comer a Casa Ojeda. El recuerdo de este día permaneció en él hasta su muerte a los 86 años.
Y como aquel maestro le diera la herramienta que forjara toda su vida, el alfabetismo, mi abuelo, que nunca dejó de agradecérselo, se carteó con él hasta su muerte, la del maestro, a la edad de 90 años.
Aún recuerdo, como de pequeña, al llegar a casa de mi abuelo, lo primero que hacía era leernos «la carta del maestro». Daba igual que fuera la que mi abuelo le escríbía que que fuera la que él recibía. Nos las leía todas y todas fueron siempre un acontecimiento especial. No recuerdo como se llamaba este hombre que vivía en Barcelona, para mi abuelo, para todos los de casa, siempre fue «El Maestro».
Tan especial fue la aportación de aquel hombre y tan sencilla. Gracias a que enseñó a leer y a escribir a los niños de aquel pueblo, todos tuvieron un buen trabajo en su vida, lo que les permitió vivir con dignidad y sacar a sus familias adelante.
A mi abuelo Luis le encantaba escribir. Hizo de ello una virtud. Tuvo que ir a la guerra civil española, en esa en la que le tocaba ir a luchar a uno por narices. Y encima el defender a un bando u a otro era muchas veces por sorteo. Pues bien, además de escribir un diario en la guerra, que se perdió con el tiempo entre manos ajenas, mi abuelo Luis escribía las cartas de su compañeros a sus novias. Fue un Cirano de Bergerac, poniendo, en ocasiones, mucho de su cosecha.
En la guerra le dispararon. Y le dieron un tiro en el hombro derecho que le dejó tocado todo el brazo y la mano. Cuando mi abuelo escribía cogía el bolígrafo de una manera muy estrambótica. Pero nunca dejó de escribir.
Mi abuelo tenía una personalidad singular, era muy pacífico, siempre de buen humor y nada faltón. Se reía de sí mismo y mucho más de lo que los demás decían de él. Hacía de su capa un sallo y respetaba a los demás, altos y bajos, grandes y pequeños. Y trabajó, trabajó mucho y bien. Escribió, escribió siempre y libre. Y nos quiso, nos quiso mucho y sincero. Sus últimas palabras, antes de morir, fueron «te quiero» para su mujer, para mi abuela. Se fue lleno de luz, con el amor entre sus labios.
Mi abuelo tuvo su maestro que le marcó la vida y yo tuve en él el mío. Por eso le dedico este post, a él y a todos los abuelos y abuelas del mundo, que son el lago de la sabiduría, nuestra luz, nuestros maestros. Y escribo para reclamar un mundo más humano para ellos, en el que les tengamos más en cuenta, para todo.
24 noviembre 2009 14:52
¡Qué razón tienes! Esta sociedad tiene muy abandonados a sus abuelos -y a sus hijos-. Nadie puede enseñarte más de la vida que quien ha vivido plenamente una casi entera. No entiendo cómo puede despreciarse este saber que es un regalo entre generaciones…
Me alegra que supieras reconocerlo a tiempo para disfrutarlo, en el recuerdo, cada día. Por cierto, hermosa zona la del Rudrón.
24 noviembre 2009 20:08
Qué bonito comentario. Es cierto que los que hemos conocido a nuestros abuelos y hemos escuchado atentamente sus vivencias somos muy afortunados. La sociedad actual es injusta con ellos, se merecen lo mejor.
25 noviembre 2009 09:51
Hola Prima:
Que bonito, se me han caido un par de lagrimas.
Me acuerdo de las cartas del maestro, como si fuera ayer.
Besos, Asier
25 noviembre 2009 10:21
Qué bonitas tus palabras como homenaje para tu abuelo. Me has hecho acordarme del mío, que también era sabio como todos. No les releguemos al olvido como si no existieran, acordémonos de ellos y démosles su sitio.
7 diciembre 2009 11:13
Me has hecho emocionar!!!, recuerdo a mis abuelos con amor y respeto, me enseñaron mucho…. y quisiera tener nietos y que ellos guardaran un buen recuerdo de su abuela. Mis hijos tienen un gran amor a sus abuelos, aunque ya no están físicamente con nosotros les aman y respetan. Gracias por compartir tus emociones….
8 diciembre 2009 20:50
Gracias a ti KuKy, y a todos, por hacerme saber que compartir mis emociones con vosotros inspira amor y buenas vibraciones. Con eso me siento enormemente rica. A veces cuesta hablar de temas personales pero merece la pena, siempre!