
Navidad. Ese espacio maravilloso donde los deseos se hacen realidad, donde todo parece un poco más amable, más humano. En el mundo occidental hay dos fechas donde habitualmente nuestros niños reciben sus regalos, el 25 de Diciembre y el 6 de Enero. Juguetes de alta tecnología, muñecas que se añadirán a las decenas que ya no les gustan porque son «antiguas»….
Es tiempo de cestas de Navidad como la de arriba, y de cuentos a la luz de los neones de las tiendas…
Y por ello, creo que no hay mejor momento para compartir con vosotr@s un cuento de Navidad. Por una vez, vamos a dejarnos de camellos, renos y demás parafernalia. Vamos a dejarnos de niños que esperan en su cama, emocionados, que venga Papá Noel a traerle su gadget de última generación: vamos a dejar de lado esas listas de regalos interminables que los abuelos y los padres se esfuerzan en conseguir a toda costa, «para no desilusionar al nene»
Vamos a contar una Navidad que también existe. Y que existe a la vez de la nuestra, en el mismo planeta, con niños de carne y hueso y adultos con un alma y un espíritu idéntico al nuestro.
Esto no es demagogia. Esto es realidad. Si cada uno de nosotros gastara parte, sólo parte, del derroche que significan las fiestas navideñas en ser mejores personas, más solidarias, más humanas de verdad… Seguro que entre todos podríamos hacer que la historia que nos van a contar hoy no tuviera por qué repertirse.
Os dejo con un Cuento de Navidad que nos lanzan como una flecha hacia nuestra conciencia desde Acción contra el Hambre. Concretamente, el que habla se llama José Luis Vivero Pol y es el Coordinador para Centroamérica de la organización. El cuento trata sobre una etnia de Guatemala, los Ch´orti, descendientes de un pueblo tan insigne como el Maya.
Pensemos en ello estas fiestas…
Nora Ramírez sonríe con facilidad, con una cara luminosa que destaca en la oscuridad de su choza. Decidimos acercarnos a hablar con ella e interesarnos por su próxima Navidad. Probablemente el menú navideño de estas familias de etnia Ch´orti´, uno de los grupos descendientes de los Mayas que siguen viviendo en Guatemala, será muy diferente del que tenga un hogar medio español. No habrá ni pavo ni besugo, ni entrantes, ni turrón, ni uvas… 12 tortillas de maíz, café aguado, sal y frijoles será todo lo que coman. Porque Francisco, el cabeza de familia, no tiene trabajo ni expectativas, ni pedazo de tierra para cultivar, ni futuro ni ganas de nada.
Francisco se abandona al destino, que le lleva a beber más veces de las deseables. El trabajo como temporero escasea este año, la sequía ha afectado también a los cultivos de café y caña de azúcar que demandan mano de obra. Claro está que la crisis mundial, que ha golpeado fuerte a Guatemala, tiene también una buena parte de la culpa. Pero Francisco no sabe nada de crisis ni por qué le afecta a él y a su familia. Sólo sabe que cuesta más comprar el maíz necesario para llegar a las 12 tortillas.
Esas 12 tortillas, no más grandes que una mano, se las han de repartir los cinco miembros de la familia: el padre y la madre toman tres cada uno (seguro que Nora cederá una de las suyas), y los tres hijos, dos por cabeza. Julián, de 10 años, el mayor aunque no lo parece, muy bajito y delgado y tímido y debilitado, padece una clara desnutrición crónica por haber comido mal toda su vida.
La desnutrición crónica te sentencia de por vida a no crecer de un modo adecuado ni física ni mentalmente. Los niños desnutridos son menos listos, despiertos, graciosos, innovadores y amigables que los demás. Eso les hará más difícil conseguir mejores trabajos y ganar más dinero cuando sean mayores. Nunca dejarán de ser pobres y hambrientos. Es posible que sus hijos tampoco. Los efectos y disposiciones de la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutricional de Guatemala no han llegado a la familia de Nora. Para ellos no existe y no se cumple, la desconocen.
Evelyn, con una amplia sonrisa como la de su madre, ya tiene ocho años y es igual de alta que mi hija de tres. Otro caso claro de desnutrición crónica, dos de dos. Ludwig, el benjamín, de un año de edad, todavía toma pecho de la madre y parece bien alimentado.
La lactancia materna nos desvela su importancia. Mientras siga con el pecho, estará bien nutrido; cuando empiece con los alimentos, comenzará su calvario.
Esas doce tortillas se reparten a lo largo del día. El desayuno se retrasa hasta poco antes del mediodía, en el que mojan la tortilla en el café y le ponen sal para que “tenga sabor”. Hasta la cena no dan cuenta del resto de tortillas y de algo de frijoles. No hay almuerzo.
Estamos en un periodo del año difícil y sólo se puede comer dos veces al día. Las reservas de Nora y su familia son un par de kilos de maíz desgranado y algunas monedas, que servirán para seguir malalimentando a la familia y comprar algunas cosas como sal, fósforos, alguna medicina básica o frijoles.
Cuando nos sentamos con Nora en su choza (un habitáculo de barro, cañas y hojas de palma de una sola habitación), nos relata sus penurias pausadamente, como para que las entendamos bien; da la impresión de estar acostumbrada a vivir en el límite de la supervivencia.
En estos momentos me viene a la mente el Cuento de Navidad de Dickens. Si a Nora se le apareciesen los tres fantasmas de las “Navidades Pasadas”, de la “Navidad Presente” y de las “Navidades Futuras”, no habría mucha diferencia: siempre han sido, son y serán pobres, con poca alegría y mucha tristeza por no poder dar más comida, más regalos, más ropa, mejor casa o mejor escuela a sus hijos.
La desnutrición crónica no produce imágenes espeluznantes, no es portada de periódicos, no llama la atención y se desarrolla a lo largo de varios años. Es el principal problema de América Latina, la mayor prioridad de desarrollo de Guatemala y el principal lastre de los modelos de cohesión social, desarrollo rural, democracias participativas y construcción de ciudadanía de la región.
¿Qué democracias consolidadas puede haber en una región con más de 53 millones de hambrientos y casi la mitad de pobres? Guatemala es un bello país que se desangra por la violencia y el narcotráfico, y se debilita por la desnutrición: más de la mitad de sus niños padecen desnutrición, con el mayor porcentaje de la América Latina y el quinto del mundo, tras los peores países africanos.
Nora Ramírez y su familia serán partícipes del proyecto que Acción contra el Hambre va a desarrollar antes de 2010, para que las Navidades de estas familias sean un poco mejores. No crean que ahora van a comer mucho mejor que antes, pero podrán al menos comer más tortillas por cabeza, comprar algunos vegetales y más frijoles. Y, si Francisco se apunta a los trabajos de “mano de obra intensiva”, tener algo de dinero para que Nora pueda comprar productos básicos en el mercado de Jocotán. Puede que incluso puedan comprar medio pollo para toda la familia.
Nosotros vamos a trabajar desde Guatemala para que esto suceda. Les deseo a todos una Feliz Navidad y un Feliz 2010, y sólo les pido una cosa: cuando estén cenando con sus familias, acuérdense un instante de aquellos que no tienen apenas para comer ni nada que celebrar en Navidad. Y, luego, actúen en consecuencia.
Por cierto, un dato positivo: la lactancia materna demuestra su valor en las peores circunstancias.
Feliz Navidad.
Vía: Acción contra el Hambre