
El ciclo de las estaciones puede describirse desde muchas ópticas y perspectivas.
Personalmente siempre me ha atraído cómo ese gran ciclo es análogo a otros más pequeños.
Los que vivimos en grandes ciudades hemos perdido la percepción interna de los cambios de estación. Nuestra vida cotidiana ha teñido definitivamente nuestra percepción de la naturaleza. Lo más significativo de cada estación acaba reducido a nuestra rinitis por alergia, si nos vamos de vacaciones, si hace más o menos frío, si llega la navidad o caen las hojas… Poca cosa más.
Frente a las estaciones más populares como la primavera o el verano, en las que el ocio personal toma protagonismo junto al buen tiempo, el invierno queda relegado como algo frío, oscuro y desagradecido.
Si entendiéramos el ciclo de las estaciones con algo más de profundidad, veríamos que dicha estación refleja un estado de interiorización, de recogimiento, de revisión interior necesaria para que en la primavera todo florezca de nuevo.
El invierno es una estación especialmente atractiva. Y creo que ha sido injustamente reducida a una etapa de trámite, algo de paso. Se le atribuye «el mal tiempo», sin entender que los meses de frío son necesarios para la regeneración de las cosechas, los caudales de los ríos, y un largo etcétera.
Es una estación de recogimiento. El frío no permite salir tanto de casa, con lo que los ratos en el hogar se prolongan.
Oscurece antes, llueve y nieva…
A nivel psicológico simboliza una etapa de finalización, crisis, transformación, o cambio.
Digamos que «una muerte» previa a un renacimiento, que llegará con la primavera. Es evidente que no nos permitimos ese ciclo a nivel interno, pues la estructura general de los años está tomada de septiembre a septiembre, rompiéndose así el principio y el final del mismo.
Es una alegoría de la revisión al final de un ciclo. En la primavera nacemos y florecemos, en verano nos expandimos y vivimos en pleno apogeo, en otoño salimos de esa máxima expansión para vivir una etapa más calmada y de disfrute de los frutos cosechados, para acabar llegando al invierno en que todo queda sin flor, y muere simbólicamente para que se pueda renacer al cabo de un tiempo.

Es particularmente bonito como en la vida personal algunas etapas se ciñen a ese ciclo: para empezar, el ciclo de la vida es exactamente igual: nacimiento e infancia, plenitud de la vida, madurez y final de la vida.
También en las vivencias personales. Cada uno vive etapas en su vida que tienen esa estructura: enfermedades, trabajos, nacimiento de hijos, relaciones de pareja, crecimiento personal, proyectos personales…
En las mujeres, el ciclo sexual: preovulación, ovulación, postovulación, y menstruación (que se considera el inicio del ciclo). Actualmente, el estudio y la vivencia de los ciclos femeninos de 28 días y sus diferentes fases, características y significado han dado una nueva perspectiva a la expresión y expansión de la energía femenina basada en el funcionamiento natural de la vida.
A menudo, ideas y creencias muy arraigadas en nosotros mueren para dar paso a otras, más pequeñas y nacientes, pero que un día serán muy fuertes, y que más tarde volverán a morir para que vuelvan a nacer otras.
Las expansiones de conciencia, el crecimiento interno, tienen fases similares en cuanto a estructura y funcionamiento.
El invierno puede resultar no agradable. No es agradable enfrentarnos a fantasmas, hacer frente a la muerte -sea del tipo que sea-, apartar viejas ideas, conceptos y actitudes para dejar nacer las nuevas;o recogerse en casa y pensar, leer, meditar, hacer revisión…
La rotura de ese ciclo mediante la estructura anual de septiembre a septiembre, hace que nos desvinculemos de él.
Para el sistema es más beneficioso que no hagamos revisión, que no nos planteemos nada y que nos preocupemos sólo de la expansión del verano, que queda reducida a la playa, los viajes, el ocio, y la necesidad de un descanso por el tremendo cansancio que llevamos encima.
La muerte, los momentos de finalización son necesarios en la vida y debemos aprender a vivirlos con naturalidad.
Nuestra cultura de la muerte es muy pobre, en general. Tememos vivirla porque la entendemos como un final definitivo y no como un punto y seguido.
El invierno, como símbolo de una etapa de muerte dirigida a un renacimiento, ha inspirado a muchos músicos. Recomendamos las siguientes obras musicales, que le hacen referencia:
- WINTERREISE(Viaje de Invierno), de Franz Schubert. Nos cuenta la historia de un hombre rechazado por la mujer que ama y que emprende un viaje interior, solo, a través de nieve y lagos helados, paisajes desolados y oscuridad grisácea. Curiosamente Schubert la escribió durante el último año de su vida.
- AND WINTER CAME, de Enya. Sin tener tanta profundidad cómo Winterreise, Enya describe el invierno desde su particular punto de vista y sonido. En la portada aparece un caballo blanco, símbolo de la mente preclara y elevada, a la que se llega mediante el trabajo interno, el sacrificio y las crisis.
- LAS CUATRO ESTACIONES: INVIERNO, de Antonio Vivaldi. En este trabajo Vivaldi fue precursor de la música descriptiva, sin utilizar texto alguno. En el concierto nº 4 en Fa menor, Rv. 297 (Invierno), dividido en tres partes, describe los efectos del frío, las reacciones de los campesinos, el paisaje, la lluvia, y el abrigo del hogar.
- IF ON A WINTER’S NIGHT…, de Sting. Hemos hablado regularmente de Sting en el Blog. En este disco nos presenta canciones de diferentes ámbitos y colores invernales. Desde canciones navideñas pasando por melodías tradicionales y populares de las islas británicas, a piezas barrocas o del renacimiento.
En El Blog Alternativo: YULE, solsticio de invierno el 21 de diciembre
En El Blog Alternativo: La Tierra y las estaciones
Autor: Carles Pérez (Karolus)
Astrólogo, Terapeuta Transpersonal, Morfopsicólogo y Formador en Being The One
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22 diciembre 2009 15:59
Me ha encantado el post.
La verdad es que nos cuesta dejar morir aquello que hemos sido:
– Tenemos el trastero lleno de cosas que nos gustaban, pero que ya no usamos/necesitamos en el presente.
– Seguimos en trabajos que no nos satisfacen.
– No dejamos aquel vicio que sabemos que nos perjudica.
– Etc.
El rito de proposiciones para el nuevo año, está de lo poco que hacemos para pasar de ciclo.
Lástima que muchos de esos propósitos se incumplan antes de acabar enero (igual que en la cumbre del clima: como las proposiciones no son vinculantes, no hay por qué cumplirlas).