Hoy vamos a viajar al pasado. Todos sabemos que lo que somos ahora se basa en gran parte en lo que fuimos y que, si bien no hay que perder de vista que sólo podemos actuar en el presente, olvidar y no integrar lo que pasó antes tampoco es una actitud muy inteligente.
Y más que a un lugar, vamos a viajar a una época concreta en el tiempo: concretamente, a lo que se ha venido en llamar la «Era Axial«, es decir, desde más o menos el 900 hasta el 200 AEC…*
Durante esa época sucedió algo decisivo para el desarrollo espiritual de la humanidad. En cuatro regiones distintas vieron la luz los gérmenes de las grandes tradiciones espirituales mundiales que han continuado hasta nuestros días alimentando al ser humano.
El confuncianismo y taoísmo en China; el hinduísmo y el budismo en la India; el monoteísmo en Israel; y el racionalismo filosófico en Grecia. Fue la época de Buda, de Sócrates, de Confucio y Jeremías; el tiempo de los místicos de los Upanishads, de Mencio y de Eurípides.
Nunca en la historia de la humanidad había habido un período tan influyente a nivel psicológico, intelectual y filosófico, y no sucedió de nuevo hasta la gran transformación que originó la creación de nuestra moderna sociedad científica y tecnológica.
De hecho, no hemos sobrepasado los conocimientos filosóficos que nos legaron aquellos sabios axiales. El cristianismo, el islam y el judaísmo no son más que maravillosas actualizaciones de aquellas enseñanzas, un esfuerzo magnífico de poner al día algo que muchos años antes ya tenía sus cimientos fuertemente enraizados.
Siguiendo a Karen Armstrong, una de las expertas más reconocidas en historia de las religiones, podemos decir que uno de los aspectos más característicos de los artífices de la era axial era su reacción ante un mundo violento y cruel.
Ante una realidad donde los sacrificios humanos y animales eran algo bastante común, bien en forma de rituales o en forma de guerras y pillajes, los sabios axiales propugnaron una búsqueda interior de lo que precisamente nos hacía más iguales a todos.
No sólo estaba mal matar a otros seres humanos, sino que también estaba mal hacer gestos hostiles. Lo importante no era tener unos preceptos y cumplirlos, sino el compromiso firme de HACER cada día el bien. La benevolencia disciplinada y habitual, y no unas normas estrictas que puedes cumplir o no, será lo que lleve a la iluminación. De hecho, estaban convencidos de que si la gente se comportaba bien con sus compañeros, con sus vecinos, con sus animales, podían salvar el mundo de la destrucción que parecía que se avecinaba.
En el fondo, todas las tradiciones mencionadas, aún tan separadas en el espacio, formularon una propia traducción de la Regla de Oro: no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a tí. Y se dieron cuenta que funcionaba, o por lo menos que funcionó durante un espacio de tiempo determinado.
Y la fundamentación de esa Regla de Oro no debía buscarse, como hasta ese momento, en unos «seres» o «dioses» alejados del mundo de los hombres, o integrados en él pero de diferente especie. Los sabios de aquella época enseñaron que la búsqueda de nuestro dios es siempre interior, y que debemos buscar a la Naturaleza allí donde está nuestro corazón.
La era axial, con todo, no fue perfecta. Uno de los aspectos donde no lo fue lo tenemos en su falta de atención hacia las mujeres. No encontramos en la literatura o en los recuerdos de aquella época mujeres de la relevancia de un Confucio, por ejemplo: lo cual no quiere decir que no las hubiera, por supuesto.
Desde luego, hemos tenido tiempo desde entonces para corregir ese error y poder ver ampliado el ideal axial de preocupación universal tanto a mujeres como a hombres.
Obviamente, la idea no es volver exactamente a los ideales de la era axial. Tampoco ellos hubieran entendido algo así, por cuanto su insistencia en la búsqueda interior incesante no hubiera comprendido ninguna «copia espiritual»: pero sí actualizar términos tan válidos como la Regla de Oro para que nos puedan llevar a un nuevo Paradigma más justo y solidario.
En ello estamos…
Pd: este artículo se basa en gran parte en un libro que recomiendo fervientemente: La Gran Transformación, de Karen Armstrong. Iluminador.
* AEC: Antes de la Era Común. Me adhiero a la propuesta de contar así el tiempo, mucho más justa y solidaria con el resto de pueblos de la Tierra.
13 enero 2010 21:18
Creo que actualmente internet esta ha-
ciendo una labor verdaderamente democrá
tica, dentro de que hoy en día hay más
posibilidades que en la Era Axial para
transmitir inspiraciones, conocimientos
y sabiduría… Pensar que en aquella época los que tenían acceso a la cultu-ra no eran los pobres, sino los ricos..
Casi todos los filósofos presocráticos y socráticos tuvieron esclavos y eso a
penas se dice. Buda nació rico y eso de
sencadenó en él, al contactar con el
pueblo los interrogantes que le llevaro
abandonarlo todo para entrar en el Nir-
vana. Confucio nació en una familia pu-
diente y aunque su padre murió cuando él aún era pequeño, recibió una buena instrucción y trabajó en la administra-
ción de su pais, etc…
Con ello quiero expresar que hoy en día
no debemos desechar esta oportunidad
que nos brinda la tecnología para abrir
nuestra mente a la Cultura en mayúscu-
las…
También en algo no estoy de acuerdo con
el artículo, cuando dice que en conoci-
mientos no hemos avanzado más allá de
los conocimientos filosóficos axiales Hemos ido más allá aunando sabiduría y
física cuántica,esclareciendo la multi-dimensionalidad en que nos movemos.He-
mos ido más allá en todos los aspectos psicosomáticos de lo que Hipócrates y Freud llegaron a soñar. Se ha creado internet y su nuevo lenguaje, etc.
Creo que la verdadera sabiduría esta en
el equilibrio tecnología-espiritualidad
y que ahora es otro momento histórico,
no para que salgan otros líderes filosó
ficos ó espirituales, sino para que la
igualdad fraternal se manifieste por do
quier…
13 enero 2010 21:33
Hola rafael. Gracias. Verás, en ningún momento he querido «glorificar» aquella época. Efectivamente, la esclavitud existía en ese mundo, por ejemplo, como algo reconocido ampliamente. A lo que me refería es que la revolución espiritual que se vivió en aquellos más o menos 700 años fue básica para el posterior desarrollo de la humanidad, y que a nivel filosófico básico hemos avanzado muy poco, o nada: los conocimientos cuánticos, en el fondo, no son para mí nada más que actualizaciones, o si quieres explicaciones en otro idioma, de cosas que tradiciones antiquísimas ya estaban anunciando. Lo que sí menciono es que no volvió a pasar nada parecido hasta la gran transformación tecnológica del siglo pasado: efectivamente, el microchip e internet hicieron que la cultura y el conocimiento se democratizara en gran medida, y que el problema pasara a ser precisamente la selección de la información, más que su existencia. Efectivamente, estamos en un momento pivotal en la historia humana. ¿Sabremos aprovecharlo…? Gracias de nuevo, Rafael.
15 enero 2010 15:22
Todos los sucesos son actualizaciones.
Almas que se reencarnan hasta que pasan por todas las experiencias de la vida. Cada una se repite en otra persona en diferentes momentos de la historia.
Si leéis cualquier novela histórica bien documentada (por ejemplo El nombre de la rosa), la historia es la misma. Se piensa igual de los mercaderes (multinacionales), esclavos (fábricas asiáticas), corte imperial o papal (políticos), religión (TV), juventud revolucionaria, sociedad en decadencia.
Llevamos siglos pensando que estamos al borde del abismo, y todavía no nos hemos caído.