«El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse»
Ryszard Kapuściński
periodista de raza, escritor, poeta…
La vida es maravillosa, amigos y amigas. Tengo varios motivos para pensar que lo que acabo de decir es cierto, pero una de las que más me gusta esgrimir es la existencia, a veces, de aparentes casualidades que pueden hacer que tu vida tome rumbos curiosos.
La cosa es que hace bastante tiempo, digamos un par de años, que tenía en la biblioteca el libro que os voy a contar hoy: El Emperador, de Ryszard KAPUSCINSKI. Y hace un par de semanas, por pura casualidad de nuevo, comencé a leerlo. Y la vida se encargó de que la realidad empezara a conformarse de acuerdo con mi lectura… ¿o fue al revés?
Una de las primeras cosas que llaman la atención de éste libro es la dificultad de catalogarlo dentro de uno de los géneros habituales: ¿es crónica periodística, es relato vestido como una crónica, es, en ciertos párrafos, pura poesía…? La respuesta, en mi opinión, es que es todo esto y mucho más.
En este magnífico libro, Kapuscinski nos habla sobre un país, Etiopía, y sobre su régimen durante más de 50 años. Pero para contarnos la pesadilla absurda que resultó aquel imperio despiadado, el autor nos plasma las entrevistas que realizó a muchos funcionarios de la administración del «status quo»: desde el encargado de llevar el sillón del rey cada vez que él mismo se iba de visita, hasta algún ministro. Todos los testimonios son narrados con nombres supuestos, lo que da credibilidad al asunto.
Después de acabar sus estudios y colaborar en diversos medios locales, Kapuscinski enseguida comenzó a viajar al extranjero como corresponsal de diversos medios polacos. A nuestro autor le interesaba, más allá de la crónica fría de la realidad, la opinión del pueblo que había vivido las circunstancias extremas de una dictadura excéntrica y cruel, gobernada por una persona ególatra que se creía el sucesor legítimo del rey Salomón.
La sensación que transmite la lectura de este libro es, primero, de incredulidad: ¿cómo es posible que un pueblo sobreviva al hambre y a un régimen sanguinario y cruel durante más de 50 años? ¿Cómo es posible que nadie se alzara antes, que no hubiera protestas internacionales, si el pueblo no podía hacerlo, ante un nepotismo tan evidente?
Kapuscinski se limita, con una prosa fantástica, a dar voz a los protagonistas: tanto a los partidarios, como a los detractores, sin dar su opinión sobre el tema… aunque la misma salta a la vista.
En un régimen donde el único valor era la fidelidad al emperador, y donde la corrupción estaba incluso bien vista si estaba acompañada de la lealtad hacia el trono, la vida sólo era posible en las condiciones más extremas: o bien la riqueza de los adeptos al emperador, o bien la pobreza que reinaba en las regiones más alejadas de la capital.
O sin salir de la misma: en uno de las entrevistas, un alto funcionario nos cuenta la costumbre que tenía el «generoso» emperador de lanzar las sobras de los opíparos banquetes que realizaba en su palacio a la muchedumbre hambrienta que malvivía en más de la mitad de la ciudad.
Algunos relatos también muestran la adhesión inquebrantable de algunos funcionarios que, además, observan que «la revolución» que apartó a su señor del trono ha «matado de hambre» al pueblo. Efectivamente, a Etiopía no le fue mucho mejor con los regímenes que sucedieron tras el «Rey de Reyes», aunque esto a duras penas puede considerarse una excusa, ¿verdad?.
Mientras estaba leyendo y disfrutando literariamente de la prosa de Kapuscinski, he sido testigo de las revolución que ha sacudido a un país como Túnez, tras 24 años en el poder de su presidente Ben Alí, y las fundadas sospechas que hay sobre la corrupción que ha existido en el país. Y hay recientes noticias de que estos movimientos ya se están extendiendo a Egipto…
Todavía quedan muchos regímenes que, protegidos evidentemente por intereses occidentales, siguen permitiendo que el hambre y la muerte se enseñoreen de amplias zonas del mundo.
Cómo han publicado la Santa Sede y la Fao ha confirmado, el mundo produce 6 veces más alimentos de los que se necesitan para alimentar a toda la humanidad y el problema es político, por las reglas de distribución y las injusticias. Político, entre otras cosas, porque sucesos como los que pone de manifiesto «El Emperador» siguen sucediendo.
Aunque parece que algo se mueve, ¿a que sí?
Os dejo con un vídeo con una entrevista en la que Kapuscinski sienta cátedra sobre la profesión de periodista, las fronteras, y mucho más…
Por cierto, hacia el final, el periodista polaco menciona algo que me lleva persiguiendo durante un tiempo… la inexistencia de la evolución en la especie humana. Por supuesto, obviando la evolución tecnológica, innegable.
Ya volveremos sobre ello, ya…
En El Blog Alternativo: Hernán Zin, periodismo y compromiso
En El Blog Alternativo: Gervasio Sánchez, periodismo contra la venta de armas
3 febrero 2011 08:25
Muy interesante este trabajo Juan, me gusta el video porque se percibe la personalidad del periodista. Espero tu trabajo sobre la «falta de evolución» del ser humano. Aunque espero por el bien de todos nosotros que se supere la tan mencionada «masa crítica». Saludos
3 febrero 2011 10:14
Buenísimo e interesantísimo, como todo Kapuscinski, Muy recomendable