«En su origen, el ideal culturista era combinar belleza estética, fuerza, flexibilidad, habilidad social y desarrollo de las capacidades mentales. Algo así como un «superhombre», representado perfectamente por el actor Steve Reeves durante los años 40 y 50 del siglo pasado. En ese entonces el estilo de vida culturista incluía una dieta sana, baños de sol, y práctica de ejercicios aeróbicos. Sin embargo, pronto se orientó hacia la mera HIPERTROFIA MUSCULAR. En apenas 20 años, un campeón culturista pasó a convertirse en una especie de maníaco obsesionado con el tamaño de sus bíceps, el espejo y los esteroides»
«El sufrimiento en la infancia queda escrito en el cuerpo. De adultos compensamos nuestras deficiencias con toda clase de muletas, una de las cuales es el entrenamiento intensivo. Resulta irónico que los culturistas añadan más y más grosor a esa armadura muscular, pero lo cierto es que constituyen un símbolo de la acción favorita del ego: ENTERRAR EL DOLOR»
Gunther Emde
Algo tenían que ocultar esos músculos antinaturales que se hinchan hasta casi explotar. Anabolizantes veterinarios, dopajes peligrosos, Synthol, … y un gran dolor interno detras de esa locura es lo que podemos leer en el siguiente artículo de Gunther Emde y en su libro «La Coraza Muscular: conversaciones demoledoras sobre la adicción al culturismo».
Y este autor sabe de lo que habla por su pasada experiencia como Entrenador Nacional de Musculación y sus 14 años en ese mundo.
«La Coraza Muscular» es un libro breve, 58 páginas, pero intenso que aborda el lado oculto de la práctica obsesiva de la musculación y aunque está dirigido a deportistas, resulta útil para el público en general, pues todos enterramos nuestra angustia bajo una coraza muscular.
Está a la venta en pdf e impreso en Lulu y este texto sobre el culturismo radical y sus verdaderos motivos nos muestra su contenido:
En su origen, el ideal culturista era combinar belleza estética, fuerza, flexibilidad, habilidad social y desarrollo de las capacidades mentales. Algo así como un «superhombre», representado perfectamente por el actor Steve Reeves durante los años 40 y 50 del siglo pasado. En ese entonces el estilo de vida culturista incluía una dieta sana, baños de sol, y práctica de ejercicios aeróbicos. Sin embargo, pronto se orientó hacia la mera hipertrofia muscular. En apenas 20 años, un campeón culturista pasó a convertirse en una especie de maníaco obsesionado con el tamaño de sus bíceps, el espejo y los esteroides.
A partir de los años 80, miles de culturistas «serios y dedicados» arruinaron sus vidas buscando formas surrealistas de incrementar su masa muscular. Yo he conocido tipos que han ingerido cualquier tipo de producto con la función de ganar unos centímetros de pecho o unos kilos en la báscula. Anabolizantes veterinarios no probados en humanos, carne cruda, docenas de claras de huevo en batidos indigeribles, vísceras crudas de animales, hormona de crecimiento extraída de cadáveres humanos (a un precio desorbitado), y un largo etcétera que resulta del todo inimaginable para el que desconoce los entresijos del mundillo de la musculación.
Pero sin duda lo que más ha dañado la salud (y la imagen) del culturismo en las últimas décadas han sido las drogas. El sistema de dopaje culturista es el más severo y peligroso jamás usado por los deportistas. Hay algunos practicantes que pasan diez años dopándose sin descanso alguno, con ciclos continuos de diferentes intensidades, en los que usan combinaciones de varios esteroides a la vez, junto con la hormona del crecimiento, amén de diversos medicamentos con funciones tan diversas como son la vasodilatación, la diuresis, la estimulación tiroidea, etc. Y la última locura, el Synthol, una sustancia química que hincha el músculo de forma anormal y grotesca, hasta el punto de desgarrar la piel. Han habido casos de campeones que han muerto justo en el momento de recoger sus trofeos.
Debo aclarar aquí que estoy hablando de las formas más radicales de culturismo, pues es en ellas donde se puede aprehender de manera más fácil el simbolismo relacionado con la acción favorita del ego, que es añadir defensas en vez de liberarse de ellas.
Es obvio que la práctica de la musculación reporta grandes beneficios, que ir al gimnasio y seguir un programa de pesas constituye una excelente forma de de hacer salud, y que el deporte del culturismo ha revolucionado el concepto de rehabilitación médica. Ahora bien, todo esto no debe hacernos olvidar la tendencia humana a buscar refugio en sucedáneos. Todos padecemos angustia existencial, y todos intentamos eludirla con más o menos empeño. Es fácil señalar con el dedo a ese tipo que flexiona sus bíceps ante el espejo, pero quizás nosotros estemos haciendo lo mismo bajo formas más sutiles. Uso el culturismo porque es un refugio muy aparatoso y por tanto muy didáctico.
¿Qué impulsa a un ser humano a dejar de lado todas las facetas de su vida para convertirse en un robot hinchado y enfermo? Pues es muy sencillo: la insatisfacción, la infelicidad, potenciadas por una infancia llena de traumas. Sé de lo que hablo. Pasé catorce años en el mundillo, y conocí la vida de muchos culturistas. No son lo que aparentan. Debajo de esa enorme coraza hay almas quebradas. Intentan encerrar a ese niño que todavía llora en su interior bajo capas y capas de músculo. Yo mismo, sin llegar a estos extremos, fui uno de ellos.
A lo largo de las páginas intercalo la historia de mi propio éxito como Entrenador Nacional de Musculación. Tras más de una década de duros entrenos, alcancé los 104 kg de masa muscular. Lo que ocurrió justo en el cénit de mi carrera fue una completa sorpresa. Simplemente me di cuenta de que no era feliz. Esa percepción fue tan radical que me hundí en un proceso de muerte interior muy cruel, que me expulsó de forma irreversible no sólo del culturismo, sino de todos de los refugios culturales convencionales.
Desde esa distancia pude captar las mentiras fisiológicas y psicológicas en las que los practicantes “serios y dedicados” están instalados. De hecho, esa contra-información sólo puede percibirse cuando uno ha salido completamente del sistema, y eso es lo que plasmo en el libro.
El ego emplea toda clase de recursos para escapar del sufrimiento, y uno de esos recursos es construir un cuerpo enorme. Una brillante y aparente coraza que oculta un interior dañado. Ojalá esta obra sirva para tomar conciencia de que nuestras posibilidades como seres humanos son mucho más inmensas que cualquier clase de armadura»
Gunther Emde
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8 junio 2011 15:47
Enhorabuena Gunther y gracias por compartirnos tu testimonio excepcional, de quien vivió la experiencia directa en ese ámbito, como parte del mismo, durante largo tiempo.
Nos relatas, detallas, explicas y confirmas aspectos y cuestiones clave que otros muchos sólo intuíamos, acerca de ese mundillo.
Y lo haces con suma lucidez, conocimiento y valentía; en profundidad, yendo a las raices psicológicas que subyacen en lo que -a la postre- constituye una adicción más (disfrazada de deporte), en personas que arrastran serios problemas internos desde edades tempranas.
Cuando yo he visto esas imágenes de musculaturas hipertrofiadas (he visto imágenes realmente horrorosas), completamente artificiales, anti-naturales, siempre me quedaba la clara percepción de que algo no estaba bien en la psique, en el corazón y en el alma de aquellas personas, que efectivamente tratan de ocultar y acallar de forma compulsiva sus heridas y gritos de dolor moral bajo una coraza muscular.
Una armadura colocada cual amargo y ostentoso parche sustitutivo, por todos aquellos abrazos, cariño, ayuda y comprensión no recibidos ni dados desde la infancia.
Que tu ejemplo de superación inspire a muchos, y sepan que es perfectamente posible acceder a un estado mucho más saludable, sereno y empoderado, siendo cada vez más uno mismo, abandonando viejas y aparatosas muletas.
Un abrazo,
Freeman
8 junio 2011 20:15
Gracias Freeman por tu amable comentario.
La práctica compulsiva de cualquier deporte, así como de cualquier otra actividad de nuestra vida diaria, no es más que la huida del dolor. De una forma o de otra, todos nos evadimos, no juzgo al culturismo, sino que lo uso como un símbolo, como ejemplo didáctico de lo que constituye la acción favorita del ego, que es tapar, enterrar, hacer ver, construir defensas.
Y a veces lo más aparatoso y exagerado sirve para tomar conciencia. Por eso he incluido el uso del Synthol, la última y grotesca locura del culturismo.
Sin embargo, quiero dejar constancia de mi respeto por las personas que deciden usar este o cualquier otro producto o actividad para huir de lo que les de la real gana. Repito, TODOS hacemos eso, en diferente grado. Es muy fácil señalar con el dedo a los tipos duros del gimnasio, pero otros hacen cosas mucho peores de forma más sutil o no tan aparente. He conocido tipos hinchados de anabolizantes que eran buenas personas, bastante mejores que otras que aparentaban «normalidad».
10 junio 2011 11:21
¿Es difícil para ti contar estas cosas tan personales?.
Estoy de acuerdo en que cualquier actividad se puede convertir en una obsesión, que conlleva un repertorio inimaginable de conductas que vistas desde fuera resultan bastante aberrantes, pero desde dentro se entienden como perfeccionamiento. Y que es fácil señalar a uno que lo hace con su propio cuerpo, anorexia, musculación, tatuajes (que detesto). Pero si se trata de otras cosas, cría de perros, conducción deportiva, vestuario, etc-etc-etc, pasan muy desapercibidas.
Gracias por exponerte así, es difícil, creo yo.
10 junio 2011 15:55
Para mí ya no es personal, pues ya no estoy identificado con ello.
Por eso puedo exponer experiencias que creo que pueden ser ilustrativas del fracaso del ego en su afán de conseguir felicidad.
Tienes toda la razón, hay cosas más evidentes que otras. Por eso siempre advierto que no señalo al pecador, sino sólo al pecado. Más que nada porque yo sigo pecando como el que más…
Recibe un saludo.
10 junio 2011 15:59
Bueno, tal y como está dispuesta la foto de ese señor hinchado por el Synthol, pudiera parecer que se trata de mí.
¡Aclaro que no soy yo!
(Y ya que estamos, repito que no tengo absolutamente nada en su contra, pero su cuerpo viene de perlas para ilustrar lo que explico en mi libro)
11 junio 2011 08:22
Hola de nuevo, y gracias por la respuesta, «pecando» seguimos todos, me tranquilizas :). Me permito expresar mi curiosidad por el uso de la palabra ego (se emplea mucho cuando se habla de temas alternativos), ¿qué sentido le dais y en qué modo es ajeno al yo?, porque sí sé que ego es lo que busca la sastifacción de los deseos, lo que se define a través de la percepción de los otros -me parece entender-, pero no acabo de perfilar el concepto. Y pido disculpas, porque me salgo del contenido del post, aunque en el fondo hablas del ego, creo yo.
16 junio 2011 23:20
Hola Magdalena. En mis libros y artículos suelo hablar indistintamente del «ego», del «yo» o de la «mente» como nuestra personalidad habitual, ésa que vive condicionada por los miedos, ésa que se niega a crecer y que construye muros defensivos.
Es verdad que esos términos pueden ser usados con distintos significados, sobre todo cuando al «yo» o a la «mente» les pones mayúsculas. Entonces, el Yo o la Mente se referirían a algo mucho más amplio y profundo, que podemos llegar a ser justamente si trascendemos al pequeño «yo» o a la pequeña «mente». En los Diálogos que se desarrollan en mi blog se tratan estas cuestiones. Allí puedes plantear el tema que desees, podemos iniciar una conversación.
Recibe un saludo.