I WILL SURVIVE
«El optimismo impenitente, el que consiste en ponerse unas gafas de color de rosa, no promueve el crecimiento de la persona sino que la deja a merced de circunstancias como una canoa en una tempestad: si sufro malos tratos por parte de otra persona continuamente, no hay optimismo en pensar que él o ella cambiará. Lo importante es sentir firmemente que yo voy a salir de esa circunstancia. No es ponerse las gafas de color rosa, sino aprender a ver la luz al final del túnel….para LEVANTARSE, CAMINAR Y SALIR»
Isabel Díaz
(Artículo de Isabel Díaz*, conferenciante profesional en temas de motivación, escritora y gran conocedora del poder humano y de nuestro espíritu de superación, sobre nuestro mejor yo)
El origen del término optimismo se sitúa en el siglo XVIII, en la controversia entre las filosofias de Leibniz y Voltaire, siendo este último quien popularizó el término como subtítulo de su obra “Cándido o el optimismo”. Y es que al pobre Cándido le suceden una tras otra todo tipo de calamidades, a cual más atroz, ante cada una de las cuales Cándido –inasequible al desaliento– sigue reafirmando que “vive en el mejor de los mundos posibles”.
Debemos, pues, a Voltaire -quien murió siendo inmensamente rico y fue en vida uno de los mayores terratenientes de Francia- una cierta asociación entre candidez y optimismo, como resultado de su disputa filosófica, bastante burlesca, con Leibniz.
Desde entonces, la palabra optimismo ha quedado ligada a las circunstancias, como propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable, pero ¿qué papel nos reservamos en el optimismo para la parte actora, para ser la mejor versión de nosotros mismos, sean cuales sean las circunstancias?.
El optimismo impenitente, el que consiste en ponerse unas gafas de color de rosa, no promueve el crecimiento de la persona sino que la deja a merced de circunstancias como una canoa en una tempestad: si sufro malos tratos por parte de otra persona continuamente, no hay optimismo en pensar que él o ella cambiará. Lo importante es sentir firmemente que yo voy a salir de esa circunstancia. No es ponerse las gafas de color rosa, sino aprender a ver la luz al final del túnel….para levantarse, caminar y salir.
Leemos con cierta asiduidad en estos tiempos la importancia de ver las crisis como una oportunidad. Puede parecer un tópico, una frase manida, pero si alguna vez en tu vida te has sentido como si estuvieras al borde de un precipicio, agarrándote a cada minúsculo saliente de la pendiente con uñas y dientes, fijando tu mirada en la salida a la planicie y no en el abismo que acecha bajo tus pies, sabrás que es cierto: era despeñarte o descubrir al gran escalador(a) que llevas dentro y que hasta entonces desconocías.
Y algo queda de la experiencia. Tus sentidos se han agudizado al máximo, tu atención se ha focalizado precisamente sólo donde querías llegar y no de dónde querías salir. tLos músculos han trabajado, se han fortalecido, tu adrenalina la has utilizado como motor de empuje y no como mecanismo de huida. Sabrás que estuviste allí. Y, aunque no pienses volver jamás, fuiste capaz de salir del precipicio, de alcanzar tu meta. Creciste.
La psicología moderna habla de resiliencia, capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Es un término originalmente empleado en ingeniería de materiales para medir la capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación. Lo cierto es que millones de personas hoy, ayer y a través de milenios han enfrentado situaciones límite. Circunstancias aparentemente insalvables. Y son las que nos han hecho evolucionar, crecer como seres humanos y como especie.
Tu mejor Tú está ahora dentro de ti, en cualquier circunstancia, esperando mostrarse. Eres mucho más de lo que crees, hay capacidades en tu interior que ni siquiera imaginas. Descúbrete haciendo lo imposible, porque crees que es posible. Tú puedes.
Isabel Díaz
Libro Querido Dinero
Fundación Integración Discapacidades Red (IDR)
Somos capaces
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Foto: Corbis
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