(Murari Baba en el templo de la Diosa Madre cerca de Vashishta, India)
«Intentaba descubrir el misterio de este Ser irradiando tanta dulzura, paz y una felicidad que no parecía depender de nada. Surgió entonces la pregunta: “¿CÓMO ES POSIBLE SER FELIZ CON NADA?” Esta pregunta, a la cual no podía encontrar ninguna respuesta, abrió dentro de mí un abismo con la sensación que el Sadhu vivía al otro lado de este abismo, en un mundo totalmente inasequible para mí (…)»
«Tenía la creencia de que la iluminación era reservada a una minoría, una élite de la cual estaba excluida. Behram, sin embargo, dice que TODOS, sin ninguna excepción, TENEMOS DENTRO DE NOSOTROS EL POTENCIAL PARA ILUMINARNOS. Escuchar sus palabras permitió a mi vieja creencia limitativa disolverse, sentir íntimamente que esto es verdad, mientras una alegría diáfana me llenaba al descubrir la potencialidad del despertar en las profundidades de mi Ser»
Surya Baudet
Segundo capítulo de Surya Baudet, divulgadora del Shivaísmo Tántrico de Cachemira a través de yoga, danza y masajes, sobre sus vivencias y aprendizajes con los Sadhus -hombres santos que han renunciado a la vida mundana-. En el primer relato se narraba el contacto con el grupo de sabios, lo que significó para ella y la buena acogida dispensada. Y en este segundo profundiza en lo que aprende y en los conclictos del corazón…
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Al preguntarme cómo un encuentro tan mágico ha podido darse con tanta facilidad, me viene a la memoria mi primer viaje a India en 1998. Llegando con la mente abierta, el corazón disponible y una mirada lo suficientemente inocente, India me interpeló en lo más hondo de mi Ser. Esta invitación a volver a conectarse con uno mismo puede tomar múltiples formas. En mi caso se manifestó en la forma de un primer contacto con un Sadhu en los ghats de Benarés.
Este hombre santo, cómo suelen llamarse ellos mismos, era un Sadhu muy sencillo, vestido de un lunghi color salmón y con un único mala adornando su pecho desnudo. Pasaba todo el día sentado al lado de un chai shop, en la orilla del Ganges. De vez un cuando alguien le ofrecía un chai o un poco de comida. A pesar de su sencillez, o tal vez gracias a ella, cada día algo nuevo me llamaba la atención.
El primer día me conmovió la belleza de su sonrisa, el día siguiente me asombró su capacidad a estar quieto, sin hablar por tanto tiempo. Día tras día mi curiosidad aumentaba, mientras estaba observándolo.
Intentaba descubrir el misterio de este Ser irradiando tanta dulzura, paz y una felicidad que no parecía depender de nada. Surgió entonces la pregunta: “¿Cómo es posible ser feliz con NADA?” Esta pregunta, a la cual no podía encontrar ninguna respuesta, abrió dentro de mí un abismo con la sensación que el Sadhu vivía al otro lado de este abismo, en un mundo totalmente inasequible para mí. Sin embargo, del intenso y doloroso sentimiento de separación nació mi fascinación por los Sadhus, acompañado de un intenso deseo de llenar el abismo entre ellos y mi misma.
Pocas veces se me han ocurrido preguntas tan fundamentales como aquella, “¿Cómo es posible ser feliz con NADA?” Sembró una semilla que fue brotando, ampliando el abanico de mi visión limitada, despertando mi consciencia dormida. Aunque no estaba muy consciente de ello al principio, volví a India con el anhelo de dar un salto a la otra orilla del abismo, en el mundo de los Sadhus dónde podría responder a mi pregunta de forma vivencial. Con está disponibilidad empece a encontrarlos y peregrinar con ellos.
En Vashsishta, un día antes de encontrar a Maharaj había encontrado a un maestro Indio Budista, Berham Gistha. Cada día iba varias horas a escuchar sus enseñanzas que trataban de la necesaria preparación para acoger la gracia de la iluminación.
Tenía la creencia de que la iluminación era reservada a una minoría, una élite de la cual estaba excluida. Behram, sin embargo, dice que todos, sin ninguna excepción, tenemos dentro de nosotros el potencial a iluminarnos. Escuchar sus palabras permitió a mi vieja creencia limitativa disolverse, sentir íntimamente que esto es verdad, mientras una alegría diáfana me llenaba al descubrir la potencialidad del despertar en las profundidades de mi Ser. Darse cuenta de esto vale más que todo el oro del mundo, no estaba alí en vano. A partir de este momento mi forma de meditar se fue trasformando, una nueva perspectiva se abrió, dando a mi búsqueda espiritual una dimensión más amplia con la certidumbre que nada está imposible.
El día en el cual contacté en mi misma el misterio de la Shakti en la mirada del Aghori, después de las enseñanzas de Berham Ghista en el centro Nembutsu, volvió al templo de Rama para acabar este intenso día con una meditación nocturna al aldo de Maharaj y los demás Babas. Cuando todos estábamos listos para ir a dormir, el Aghori me acompañó a la guest house.
El gerente sin embargo no lo dejó entrar, avisándome que ningún Indio estaba autorizado a entrar en las habitaciones alquiladas por occidentales, y aún menos un Baba. Surgen demasiados problemas, me comentó, haciéndome la siguiente pregunta: “De todas formas ¿quién es este Baba?” Al oír mi respuesta, Shiva Murari Ram Aghori Baba, él me llamó loca inconsciente que no sabe en que lío se está metiendo. Vehemente añadió: “Es un tántrico de los peores, unos caníbales que comen trozos de cadáveres humanos y tienen extrañas prácticas sexuales. De todas formas, los tántricos son peligrosos.” Puede ser que haya algo de verdad, ¿quién sabe? pensé.
Un poco descolocada, sentía sin embargo que podía confiar en Maharaj, en la paz y la suavidad que irradiaba de su persona. Él se lo tomó con calma y al despedirnos intenté adivinar si se sintió rechazado o herido, lo que me hubiera pasado en su lugar. En el fondo lo que más me costaba era no poder actuar libremente. La noche fue agitada, con insomnio; en mi cabeza desfilaban múltiples planes para pasar encima de lo prohibido. En vano, porque al final ninguno de ellos funcionó. Odiaba todo lo que limitaba lo que llamaba “mi libertad”.
Mi afección por Maharaj despiertaba celos en algunos Babas. Raja Giri, que quería ligar conmigo los primeros días de mi estancia en el pueblo, volvió a intentarlo una mañana, cuando el Aghori no estaba visible. Raja Giri pretendió que se había marchado a Benarés. Me era imposible saber dónde se escondía Maharaj, sin embargo no confiaba nada en las palabras de Raja Giri que ya me había dicho una mentira el día anterior. No paraba de ir detrás mío, así que, más tarde, cuando me encontré por casualidad con Maharaj, Raja Giri se interpuso entre él y yo, hablando con él en hindi.
A pesar de no entender lo que decía, el tono de su voz y la expresión de su cara me dejaban adivinar que intentaba amenazar al Aghori para desanimarlo a desarrollar una relación amorosa conmigo. Me sentía muy enfadada en contra de “esta serpiente venenosa” como le llamaba mentalmente. Visiblemente, a Maharaj no le apetecía nada discutir con él, no hacía ningún comentario, moviendo solo la cabeza de vez en cuando. Sentía, sin embargo, que no estaba indiferente y que el conflicto lo frenaba en su deseo de intimidad conmigo.
Dado que yo tenía un vocabulario hindi muy reducido y el Aghori le pasaba lo mismo con el inglés, la comunicación verbal estaba limitada. Hablábamos mezclando ambos idiomas, lo que me permitió entender que, en la opinión de Maharaj, era imprescindible apaciguar el conflicto antes de emprender cualquier otra cosa y que él no tenía prisa ninguna. Obsesionado, Raja Giri no nos dejaba en paz. Un día me preguntó: “¿Por qué no te acostarías con todos los sadhus presentes?” Le respondí que no tenía ganas de tener sexo con cualquiera; todo lo contrario, que me dejaba guiar por las inclinaciones del corazón.
Lejos de calmarlo, mi respuesta le irritaba aún más. No dejaba de vigilarnos y apretar Maharaj cada vez que nos veía juntos. El Aghori enfrentaba su actitud amenazadora con calma y firmeza, buscando medios para resolver el conflicto. Lejos de tener la misma sabiduría, sufría mucho de no poder satisfacer el deseo apasionado de hacer el amor con Maharaj. Al mismo tiempo que sentía el fuego de la pasión consumirme, algo me susurraba que la impaciencia a satisfacer un deseo no tiene nada que ver con el Amor. Sin embargo, no funcionaba ni la meditación para calmar las intensas emociones que me atravesaban de día como de noche.
LÉXICO:
Aghori: rama tántrica de Sadhus, adoradores de la diosa Kali
Chai: thé negro con leche y especias
Chai shop: tetería en India
Ghat: escalera en la orilla de un río
Lunghi: tela de algodón que visten los hombres en India, tapándoles de la cintura hacia los tobillos
Mala: rosario de 108 perlas, hecho de semillas, bolitas de madera, de vidrio o de cristal de roca
Sadhu: hombre que ha renunciado a la vida mundana, monje peregrino, hombre santo
En El Blog Alternativo: Serie sobre los encuentros con un Sadhu Tántrico en Himachal Pradesh
En El Blog Alternativo: Artículos de Surya Baudet