Llegarás cuando menos me lo espere
y no te veré porque no tendré los ojos…
Pero verás mi corazón dolido,
borrarás sus lagrimas de mi cuerpo
y me rozarás para que mis labios puedan.
Llegarás cuando menos me lo espere
y no te escucharé porque no tendré oídos…
Pero me susurrarás al olvido,
despertarás mis sentidos
y me llevarás a reír al alba cuando mueran.
Llegarás cuando menos me lo espere
y no te amaré porque no tendré latidos…
Pero descubrirás mis miedos,
respetarás mis silencios
y me sacudirás con mil ideas nuevas.
Llegarás cuando menos me lo espere
y no me entregaré porque no tendré manos…
Pero sostendrás mis descalabros
recompondrás mis desvaríos
y me desbordarás el alma de vida.
Llegaré cuando menos te lo esperes
y no te encontraré porque no tendrás presente…
Pero con tus ojos y mis oídos, tus latidos y mis manos,
haremos lo de siempre, lo que podamos
y la historia que nos contemos nos resucitará de la herida.
Itziar Azkona
Si la historia de nuestra vida es un continuum de fracasos es porque nos hablamos cuando no tenemos sanos nuestros sentidos. Porque fracaso tras fracaso tenemos la capacidad de reconstruirnos y de recomponernos. Nuestra última versión, es la mejor de nosotros mismos. Así, que en definitiva, somos un continuum de éxitos tras pequeños tropiezos en forma de «fracaso».
Puede ser en el amor, en la amistad, en la relación con cualquier ser querido, incluso con nosotros mismos, en nuestras expectativas, en nuestras esperanzas, en cualquier ámbito el resultado no es siempre el esperado. Y tras la lucha y la derrota llega esa sensación de vacío y de pérdida que nos nubla los sentidos.
Sólo al final de esta fase empezamos a reconstruir con cierta lucidez. Y para mi es importante verlo ahora, en este momento, en el que estoy viviendo esto, en el que tú también vives esto porque… tan acostumbrados estamos a las prisas y a los ruidos que ni siquiera sentimos qué sentimos o qué no sentimos. Y nos perdemos en la vida al no vivirla, por miedo a sufrirla. He aprendido que cada fase de la vida tiene su valor, nos muestra unas señales y nos aporta la suficiente experiencia para el aprendizaje. Y, sin duda, nos prepara para la siguiente ronda.
¿Quien dijo que los antiguos no conocían la rueda? La rueda existe desde siempre, desde que la vida es vida y el ser es sintiente y consciente. Cada fase es un ciclo, cada ciclo es una fase. Y todas se suceden y todas se encadenan. Yo he aprendido a reconocer que existen, he aprendido que se suceden y he aprendido que se deben sentir en toda su amplitud para trascender.
En la medida en que en momentos anteriores de mi vida he querido poner una venda en los ojos de la herida o he querido poner tapones a sus oídos, era sólo porque creía que mirar para otro lado era contemplar el verdadero paisaje. Y, al contrario, me he encontrado con que sólo he puesto palos a la rueda y me he hundido, desviado y perdido en el camino.
Ahora la rueda está desgastada y no avanzo, de todos modos. Pero sólo es de momento, porque ahora estoy parada de manera voluntaria, centrada en construir nuevos radios y ejes, una nueva rueda, reforzando la estructura para hacer ruedas más resistentes. Y aunque juegue a que esta nueva rueda será más apta para terrenos que ahora sé que pueden sobrevenir, en el fondo ya sé que fallará de nuevo, que se volverá a desgastar y que volveré a parar.
Ver, oler, escuchar y sentir la derrota es signo de victoria. Aprender de qué color es, que melodía entona y qué forma ha tomado es signo de sabiduría. Mirar para otro lado, taparse las ojeras o anestesiarse cualquier dolor es sólo signo de ignorancia y cobardía.
No pretendo usar vocabulario bélico para enarbolar una arenga agresiva gratuita pero sí defiendo, que para salir del fango cuando se ha tropezado, para levantarse cuando se ha trastabillado, incluso para seguir avanzando cuando resulta más fácil abandonarse a lo que venga, se requiere de una energía poderosa, una energía impulsora. O sea, que mejor apretar los dientes, cerrar los puños y gritar al aire que no hay derrota que sea para siempre, que no hay dolor que nos derribe, que no hay muro que nos frene.
No importa cómo me juzguen, no importa cómo me valoren, la fuerza que necesito para salir adelante está en mi interior y me la dieron desde el principio para usarla en momentos como éste en que parece que todo está perdido, en que mantener la fe y la esperanza en algo nuevo, en algo diferente, parece proeza sólo de super-heroína.
Pero no, es mi deber, mi responsabilidad. Reconocer lo que es, aceptar lo que hay, responsabilizarme de lo que deseo y actuar desde mi guerrero interior, para lograr lo que si es posible, lo que sí se puede, lograr eso que a otros les interesa que sea imposible.
Cada vez somos más las que estamos en ello. Date tu tiempo, respeta tus momentos de silencio, reposa tu alma si está cansada y dolorida. Y cuando tengas fuerzas suficientes, transforma tu interior, empodérate, llénate de tu valor. Recuerda quien eres, de que estás hecha y cual es tu sueño. Entonces…, ¡reconócete, aprovisiónate, sal y conquístalo!
Escribe un poema al día…. y tu vida se hará poesía
Más artículos de El Rincón del Coaching aquí.
Más artículos de Despierta tu poeta interior aquí.
AUTORA: Itziar Azkona
Terapeuta y Coach de PNL y New Code por John Grinder
También soy maestra de mi pasado, artesana de mi presente y aprendiz de mi futuro, algo Mago Merlín, Maestra de Reiki y Educadora para la Felicidad…
Web: http://www.coachingemodus.com/