Seguro que todos, aunque fuera por una sola vez, nos hemos preguntado, y puede que hasta investigado, si habrá vida después de la muerte. Si nos consideramos creyentes la respuesta es afirmativa, ya sea una vida eterna o en sucesivas reencarnaciones. Si solo creemos en lo que podemos ver, la respuesta es un rotundo no.
Hoy, en cambio, me pregunto algo cuya respuesta considero de mucha más importancia: ¿tengo vida antes de la muerte?; ¿estoy realmente viviendo antes de morir?
Con razón dicen que la calidad de la vida depende de la calidad de las preguntas que nos hagamos. Y esta cuestión desde luego tiene su miga.
A muchos nos asusta la muerte, por el miedo a lo desconocido, o por el gran apego que tenemos a todo lo físico y material, o por remordimientos de conciencia o por no saber realmente quienes somos… ¡Que absurdo, perder el valioso y finito tiempo de vida en preocuparnos por el después y encima quedándonos angustiados y temerosos!
Por ello, de lo que quiero ocuparme, en cada minuto de existencia, es de vivir plenamente; de sentirme viva porque estoy al mando del timón, siguiendo mi camino hacia la meta fijada. Porque cada día hago el mejor uso posible de mis talentos y capacidades y los pongo al servicio de los demás, ganando todos en bienestar, paz y amor. Porque me maravillo ante la Obra de Dios y disfruto de sus muchos regalos. Porque quiero y soy querida. Porque cada reto es una nueva oportunidad de aprendizaje. Porque ejerzo mi libertad de elegir y me responsabilizo de sus consecuencias.
Procuro recordar la leyenda según la cual Alejandro Magno, el Gran Emperador, encontrándose al borde de la muerte, reunió a sus generales para comunicarles sus 3 últimos deseos: que su ataúd fuese llevado a hombros por sus mejores médicos; que todos sus tesoros se esparcieran de camino a su tumba y que sus manos quedaran fuera del ataúd a la vista de todos. Así la gente tendría una prueba viviente de que, tarde o temprano, a todos nos llegará nuestra hora y los médicos no podrán hacer nada; todos los bienes materiales se quedarán aquí y con las manos vacías llegamos a este mundo y con las manos vacías nos marcharemos.
Impresionante lección de sabiduría. Lo mismo para emperador que para sirviente. Da igual lo que se tenga o se haga. Al final solo permanece lo que se es y lo que se entrega.
Si hoy sigo respirando es que aún no he acabado la tarea por la que estoy aquí, así que doy las gracias por este nuevo momento y elijo ser, hacer y tener VIDA… antes de morir.
¡Carpe diem!
Ana Novo
La Comadrona Espiritual ®
www.creoycreo.com
Venta online de sus libros
En El Blog Alternativo: Otros artículos de Ana Novo
29 agosto 2013 13:15
Hola Ana,
Hace poco que te sigo y me encanta tu blog. Tocas temas muy reales y con consejos y soluciones nada utópicas.
Supongo que, como tod@s, en más de una ocasión me he preocupado por la muerte, pero ya no le doy ni la mas mínima importancia.
Disfruto del «ahora» que Sí es lo importante, de los míos y de disfrutar de la vida…
Un abrazo
29 agosto 2013 14:54
Muchas gracias, Nero. Te felicito por aplicar tu sbiduría: disfrutar del aquí y del ahora y de todo lo que eres, haces y tienes.
Un abrazo.
Ana
29 agosto 2013 18:47
hay quien muere a los 15 años y no lo entierran hasta los 70
29 agosto 2013 18:57
Ana lo que que creo que usted quiere decir es que el que uno haya muerto no es prueba suficiente de que haya vivido