No se si es verdad eso de no pasa el tiempo, pasamos nosotros, pero la cuestión es que han transcurrido más de dos décadas desde la impactante campaña publicitaria.
“Póntelo, pónselo”, sobre la conveniencia y beneficios del uso del preservativo como medio de prevención y protección en las relaciones sexuales. Y se me ha ocurrido aprovechar el pegadizo eslogan cuando reflexiono sobre esto. La necesidad de proteger el mayor tesoro del ser humano: la mente.
Pocos valoramos, por ignorancia, el maravilloso regalo que toda persona trae a esta experiencia física: su mente. Con ella tenemos el poder creativo, sello inconfundible de nuestra filiación divina. Y que nos capacita para co-crear, haciendo uso del libre albedrío, nuestro particular universo.
Resulta paradójico que el ser humano entregue tanto esfuerzo, empeño, tiempo y dinero en el cuidado, mejora y conservación de su físico. Casa y bienes y deje abierta, de par en par y totalmente desatendida y sin seguridad, la entrada a su mente creativa.
Pensamientos, ideas, razonamientos, hábitos, comportamientos, información, actitudes… en su gran mayoría de signo negativo. Esto es, que nos limitan, reducen, asustan, incapacitan, degradan y aborregan, están constante y persistentemente, abordándonos, influyéndonos y dejando huella. Con apariencia inocente, a través de los medios de comunicación, familiares, compañeros, lecturas y divertimentos, desde la cuna hasta la tumba.
De estas semillas, como no puede ser de otra manera, crecen los frutos del desánimo, la desesperanza, los sueños rotos, el victimismo y la mediocridad que nos caracterizan.
Y nos quejamos y culpamos de nuestra vida sin sentido a todos y a todo. Sin percatarnos que somos nosotros mismos quién hemos entregado nuestra fuerza. Libertad y poder mental a crear todo aquello que no queremos, ni nos gusta ni nos merecemos. Pero que nos corresponde.
Porque el poder creativo de la mente está ahí y siempre funciona; como lo utilicemos es cuestión personal. La realidad la vamos creando con nuestras creencias, palabras, emociones, actitudes y acciones. Y la materia prima, la base, es la información que vamos interpretando e integrando con nuestros sentidos desde el momento de nacer, si no antes.
Despertar y tomar conciencia de este poder. De la libertad y responsabilidad personal en vivir una vida plena, feliz y con sentido. Nos hará considerar nuestra mente como nuestro tesoro más preciado. Y por tanto protegerla con todos los medios a nuestro alcance de todas las ideas.
¡A otros con el cuento del valle de lágrimas! Yo, desde luego, pienso estar alerta y usar el “póntelo, pónselo” para que mi poderosa mente cree y atraiga todo lo bueno. También lo bello, valioso, retador, amable y justo que elijo ver, oír, oler, tocar y gustar en mi vida.
Ana Novo
La Comadrona Espiritual ®
www.creoycreo.com
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