
El cine español está sufriendo la crisis en Europa igual o quizá peor que muchos otros sectores económicos y sociales: completamente desatendido y despreciado.
Valga decir que la creatividad, gracias a dios, no está para nada en crisis. Aleluya.
En este Mordor infestado de orcos y de vapores fétidos que -por desgracia- es culturalmente España (La Marca Mordor), aparece como cual Frodo un tal Zoe Berriatúa, director novel, y nos planta en las narices su primera película: Los Héroes del Mal.
Producida por Álex de la Iglesia y La Bestia Produce, goza de un buen guión y es un ejemplo de cómo se cuenta una historia sin florituras ni cacareos, con tres excelentes y jovencísimos actores, y una dirección de fotografía que embellece y refuerza la emoción de la película. Una perlita.
Perlita que se proyectó una única semana en los cines de Mordor…
Y perlita que, a los pocos minutos de visionado, encoge el corazón por los cuatro costados.
Pone en crisis la tan manida y azucarada visión del joven problemático presente en historias ya vistas y leídas, mostrando su lado humano y el punto común entre todos nosotros y cualquier freak, marginado, maltratado e incluso delincuente: el trauma.
La humillación, el abandono, el maltrato, la soledad, la necesidad de cariño… ¿Quién no las ha vivido en algún momento de su vida?
De ahí surgen cuestiones profundas como: ¿Cómo lo has gestionado tú? Y, ¿En qué te has convertido mediante esa gestión?
Y qué eres ahora: ¿Víctima? ¿Verdugo? ¿O, qué?
La película consigue la propia identificación con cada personaje y con la gestión de su propio trauma en un momento crucial de sus vidas: el paso de adolescente a adulto y la DECISIÓN interna sobre quién quieren ser, cómo quieren ser y cómo quieren vivir a pesar de todo.
Los tres protagonistas, dos chicos y una chica de sensibilidad especial, deciden montar un trío de violentos vengadores a los que llaman Los Héroes del Mal, para responder a las constantes humillaciones, insultos, agresiones, falta de valoración y falta de cariño que sufren a diario.
Si bien en un principio dan rienda suelta a su venganza, al poco tiempo cada uno de ellos empieza a hacer su gestión personal de la situación, completamente diferente, transformando su propio dolor en reflexión y esa reflexión en acción individual.
El dolor de estos tres personajes y su reacción ante él son tan comunes en nosotros, que asusta.
Mil veces habremos oído esta frase: ‘Si me lo han hecho a mí, entonces lo hago yo’
O nuestros padres nos han dicho: ‘Si te pegan, pega tu el doble de fuerte’
O también: ‘Si este roba, roba tu también pues pa’ que se lo lleve otro…’
Y cómo os hace sentir la cancioncita que dice ‘tonto, tonto, tonto, tonto…’
Mordor again…
Este mundo se mueve enseñándonos la imposibilidad de amar. La sociedad, la familia, a menudo no nos deja amar ni nos muestra como se hace.
Como individuos, en lo que Carl Gustav Jung llamaba ‘La Expresión del Self’, deseamos brillar con nuestra propia luz dentro de esa realidad oscura que nos envuelve.
Ser nosotros, cambiar esa angustia, transformarla en alegría, realizarnos: cambiar el mundo.
Quizá uno de los peores momentos en la vida de un adolescente es darse cuenta que ese mundo es muy difícil de cambiar. Que tú no eres nadie, que no tienes posibilidades, que tus ideas no tienen cabida. Que todo es mentira y que nada es amor, como el Yira Yira de Gardel.
Entonces surge el miedo, un espantoso terror desde las entrañas. ¿Qué sentido tiene? Y la lucha se concentra en combatir agresivamente a ese establishment o en eliminar toda fuente externa de oscuridad.
La herida emocional que eso nos causa es de por vida.
¡Pero cuidado! Ahí la película da su giro particular, y la hace diferente y especial por ello.
¿Cómo TÚ puedes gestionar eso? ¿Puedes decidir?
Sí, puedes.
Cada uno de los tres personajes toma una decisión diferente, después de haberse rebotado contra el mundo e incluso eliminado algunas de las fuentes causantes de ese dolor.
Aprenden a amarse, en ese pequeño círculo íntimo que han creado.
Aprenden a rebelarse contra el mundo sin rebelarse. Y aunque parezca una contradicción, no lo es.
La rebelión contra el mundo pasa por el propio cambio en uno mismo. Por hacerse mejor y no sumarse a esa capa oscura y gaseosa que todo nos parece. Y que a menudo es.
Por cada acto de injusticia en el mundo, hay mil actos de generosidad que no vemos, porque ese trauma, esa herida personal, no nos deja ver. Estamos dolidos, abandonados, incomprendidos, sin base, sin estructura…
Si bien el personaje de Aritz (Jorge Clemente) decide caer y formar parte de ese entramado oscuro, Sarita (Beatriz Sánchez) y Esteban (Emilio Palacios) deciden gestionar sus actos externos e internos para transformar el dolor y sacarlo afuera, pero en forma positiva para ellos: cerrar las heridas. Volver a empezar.
Aritz, convertido en el oscuro, como un Jedi de barrio convertido en Sith, consigue arrastrar a sus amigos en una espiral negativa de mentiras y chantaje emocional. Y es que la vibración en negativo, quedándose en el trauma, arrastra contigo a todos los seres que amas y los mata. Destruye el amor, destruye la amistad y destruye cualquier cosa por la que vale la pena vivir en este mundo.
Y lo peor: te destruye a ti mismo.
El Self, lo más genuino en ti, lo más singular, lo más cercano al concepto del Alma como aquello que es único e intransferible en cada uno de nosotros, se ahoga en esos campos negros, sin sol, poblados de monstruos y fantasmas.
Y en su lugar aparece Mr Hyde, el reflejo de Dorian Grey, Lord Vader, tu propia sombra, para destruir todo lo que toca.
El propósito de la sombra, la propia y la de nuestro entorno, es darnos la oportunidad de entrar en ella, experimentarla, aceptarla y transmutarla. No convertirte en ella.
La decisión está dentro de uno y es exclusiva de cada uno.
Puedes decidir:
¿Eres víctima?
¿Eres verdugo?
¿O eres TÚ?
Artículo escrito por Carles Pérez
Consultor personal, astrólogo y terapeuta en Being the One