Siempre se dice que el tiempo «pone todo en su lugar» y después de tantos siglos en temas de historia oculta y décadas en temas de tragedias sociales de causas difusas, ese tiempo está llegando.
Cada vez se revelan más datos e investigaciones que desmontan muchas creencias preestablecidas. Y en los cambios de paradigma son tantos los dogmas que caen que nos cuesta hasta discernir.
La revista Dogma Cero no nos lo pone fácil porque cada publicación nos impacta más: desmintiendo la historia, mostrando otra ciencia y cuestionando las versiones oficiales en numerosos campos. Y este número 6 se atreve con uno de los sucesos más dolorosos en la historia reciente en España: el síndrome tóxico.
DogmaCero es una publicación independiente que se edita y distribuye sin ánimo de lucro. Se puede solicitar gratuitamente en estos mails: suscripciones@dogmacero.org o editor@dogmacero.org y el número 6 tiene descarga directa.
A continuación el índice del nº 6 y la editorial:
- La Gran Esfinge nunca fue un león
- La Ciencia en el siglo XXI: monopolios de conocimiento y cárteles de investigación
- La conspiración del Síndrome Tóxico
- Entrevista a Güdrun Greunke co-autora de «El Montaje del Síndrome Tóxico»: «No fue el aceite de colza, fueron los pesticidas»
- El legado prohibido de una raza caída (II)
- Las ocho Leyes Biológicas. Las bases de la emobiología. La evolución de la Nueva Medicina Germánica®
De conspiraciones y conspiracionistas
Con frecuencia leo documentos que hacen referencia a supuestas conspiraciones cuyo objetivo final sería que los presuntos conspiradores se adueñen del mundo. Con frecuencia también, los argumentos que se esgrimen suelen ser alambicados y de difícil -cuando no imposible- verificación. Y eso por no hablar de aquellas otras conspiraciones mucho más exóticas que añaden ese toque de excentricidad casi cómico que tanto ayuda a sus detractores (“debunkers” en el lenguaje hoy al uso) a sumir este asunto en un franco ridículo ante la opinión pública. Sin embargo, otros casos que demuestran más allá de toda duda razonable que estamos ante una auténtica conspiración global, no parecen tener mayor eco en la opinión pública, sumida en una cada vez más patente desinformación.
Me refiero a lo que bien puede llamarse puede llamarse “La Conspiración del Síndrome Tóxico”. Porque nadie debe llamarse a engaño: estamos ante una auténtica conspiración de la que fueron víctimas miles de españoles y cuyos autores amenzaron, atemorizaron y, según fundadas opiniones, incluso mataron a muchos de los que intentaron conocer la verdad. Hace tiempo que queríamos entrevistar a la periodista y escritora Güdrun Greunke que, resistiendo amenazas, desafió a esos “delegados de los dueños del mundo” y se atrevió a contar la verdad sobre un envenenamiento masivo que a principios de los año 80 del siglo pasado causó más de 1.000 muertes y casi 50.000 víctimas (según ella misma nos confesó) en lo que hoy se nos muestra como un ensayo de guerra química en toda regla.
Greunke, autora junto a Jörg Heimbrecht del libro “El montaje del Síndrome Tóxico”, es una periodista valiente, de la vieja escuela, de las que ya apenas quedan. Incómoda para los poderosos pero comprometida con la verdad. Y a su lado, la magnífica labor de alguien a quien no podremos ya entrevistar porque murió (algunos dicen que, precisamente, por causa de sus investigaciones acerca de esta enfermedad) el periodista, escritor y antiguo director de la añorada “Mundo Desconocido”, Andreas Faber-Kaiser. Si bien con un registro distinto a la Güdrun, Andreas escribió “Pacto de Silencio” y merece ser recordado con todos los honores como lo que fue: un maestro para muchos.
Y esa conspiración que no cesa se muestra también en otros ámbitos… En la Ciencia por ejemplo, en la que Henry H. Bauer, nada sospechoso de ser un “conspiranoico”, con una dilatada carrera dentro de la más estricta ortodoxia y de impecables credenciales académicas, nos habla abiertamente de “cárteles de la investigación” y del monopolio del conocimiento.
En la Historia, donde autores de la talla de Robert Temple o Andrew Collins llegan a una misma conclusión: el origen de la Esfinge se remontaría a muchos más años atrás de lo que la cronología oficial nos dice. Y ese empecinamiento en no aceptar las evidencias hace que el mundo académico se enroque tal vez porque aceptarlo provocaría el final de muchos privilegios.
O en la Medicina, cerrada completamente a ni siquiera considerar otro origen de la enfermedad que no sea el dictado por el paradigma actual y que condena a la herejía a todo aquel que, como Assensi Teixidor (seguidor de la estela de otro “maldito”, el Dr. Hamer) plantea alternativas que, como poco, merecerían ser exploradas porque en ella nos jugamos la vida de muchas personas.
En este contexto, pensar que quienes están instalados en la cúspide de la piramide manejan los hilos para no perder sus privilegios es una idea más que razonable. De ahí a la conspiración sólo hay un paso. Está en nuestra mano romper la matriz de la ignorancia y el desconocimiento. Si lo hacemos, quizás no seamos más felices pero a buen seguro seremos más libres.
David Álvarez-Planas
editor@dogmacero.org
Sitio oficial: Dogma cero
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