Viajar o no viajar. He aquí la cuestión. En general tendemos a clasificar o etiquetar a la personas según su aspecto o su forma de ser. Creo que esto es algo que hay que tomar con mucha cautela porque los matices son importantes. Entre el color negro y el blanco existen infinitos tonos de gris. Y ninguna persona es mejor que otra sino que son distintas.
También es cierto que en algunos temas la mayoría de personas nos encontramos en uno de los dos extremos. Tal es el caso de viajar. Los hay que aprovechan cualquier momento para viajar y están los que lo hacen entre poco y nada. Hay una costumbre, entre algunos viajeros, que es afirman que viajar es lo bueno y correcto y que no viajar es un atraso. Sí, es verdad que viajar amplía tu amplitud de miras. Sobre todo si te relacionas con los lugareños. Pero también es cierto que hablar con tu vecino, con una persona mayor, con un adolescente o con los niños de tu barrio… puede resultar de los más enriquecedor. Cada cual marca sus prioridades, unos prefieren tener una casa más confortable o disponer de más tiempo para pasear al lado de casa. En cambio otros prefieren recorrer mundo. Y cuando no lo hacen están continuamente buscando en internet descuentos para viajar en el próximo puente.
Mi opinión acerca de viajar o no viajar
Recuerdo cuando yo era más joven (tampoco hace tanto de eso), entonces los viajes de 400 km ya eran muy largos. Y ya no digamos nada de ir de España a México, era una aventura solo reservada a los ricos. Con la aparición de los viajes low-cost empezó una fiebre viajera. Se recorren miles de kilómetros para apenas salir de un hotel. Algo que se podía haber hecho perfectamente cerca de casa.
No digo que viajar sea bueno o malo, sino que hay tantas formas de viajar como personas. Asimismo también hay tantas formas de NO viajar como personas. El enriquecimiento personal no depende de si estás en casa o a miles de kilómetros, sino que tiene que ver con la forma de relacionarnos con lo que nos rodea en cada momento.
