El estrés y la ansiedad parecen asentadas en la sociedad occidental. La forma en qué vivimos “obligados” por un entorno poco natural como son las ciudades con sus prisas y el trabajo y sus exigencias conducen a sus habitantes en muchos casos a la necesidad de buscar una vía de escape que les permita tomar aire fresco para afrontar la urbe de nuevo.
Escaparse del mundanal ruido no es tan sencillo como parece. En muchas ocasiones las vacaciones buscan eso mismo pero los destinos que encontramos son poco menos que lo mismo pero trasladados unos cuantos kilómetros cerca de la costa, en montañas repletas de esquiadores o en otras ciudades igual o más populosas que las que se intentaban dejar atrás.
Paraísos terrenales poco explotados por el turismo cada día, por desgracia, quedan menos. Sin embargo, algunos resisten al paso de los años. Quizá, como la Polinesia Francesa, porque se encuentran en la otra punta del mundo a miles de kilómetros de los contenientes más cercanos. En el medio del mundo, pero al otro lado se encuentra este país… realmente una colectividad del ultramar francesa pues es una división administrativa del país galo en medio del Océano Pacífico. Concretamente, de España se encuentra a más de 17.000 kilómetros, unas 27 horas en avión (si hay suerte de no tener escalas muy largas, cosa a veces poco probable.
La lejanía de la Polinesia Francesa que puede parecer un inconveniente, permite que el número de turistas al año sea muy escaso. Tanto que el número no llega a los 200.000 turistas anuales ¡Qué ciudad por pequeñas que sea no recibe ese número de visitantes en un año en España!
Pero es más, quizá la isla principal Tahití que recibe la mayor parte de los turistas siga siendo un punto más concurrido que el resto de islas de este archipiélago polinesio de la Sociedad. Si no queremos viajar mucho más, justo en frente de Tahití se encuentra su hermana pequeña, Moorea. Esta isla es denominada la hermana pequeña de Tahití por su proximidad con la isla principal y más grande de Tahití y donde residen buena parte de los tahitianos. Al ser Moorea más pequeña, y no tener vuelos directos desde el extranjero, recibe aún todavía menos turistas por lo que podríamos definirla como un paraíso a media hora del paraíso.
Quizá la logística para alcanzar estas islas sea complicada pero también lo es el hecho de vivir bajo el constante frenesí del tráfico durante todo el año y sumarle los bulliciosos paseos marítimos de la costa en vacaciones. Merece la pena, ver el paraíso al menos una vez aunque sin duda, el paraíso cada cual lo puede encontrar consigo mismo en cualquier lugar.
Foto de Remi Jouan