Lo natural en el modelo urbano: paradojas y soluciones. Por Enric Trenchs

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Este artículo de Enric Trenchs Matas es un análisis lúcido sobre la vida urbana, los problemas a los que nos enfrentamos y los parches con que los intentamos solucionar. El autor retrata irónica y eficazmente hasta dónde estamos dispuestos a llegar los urbanistas para secuestrar la naturaleza dentro de la ciudad (yo me identifico mucho con los ejemplos que ha dado) y apuesta por recuperar la armonía en la vida volviendo a la Esencia.

Tal vez no sea la solución para todos pero sí lo es para muchos, y si muchos estamos física, emocional, mental y espiritualmente sanos, la Humanidad podrá avanzar por otros derroteros respetándonos a nosotros mismos y a Gaia.

El artículo fue publicado en la revista Milveus y se subtitula: «Sobre las consultas de naturopatía, las herbodietéticas, los ecologistas urbanitas, los bioconsumidores responsables urbanos y el freno al desmantelamiento del insustentable modelo de vida urbano, clave de la Reengendración del Sistema».

Si el médico naturista fuera lo suficientemente sintético para reducir todos los consejos y sugerencias de su receta para su (im)paciente, en una frase… pongamos del tipo: «Levántese temprano y curará todos sus males». ¿Creéis que la íbamos a cumplir? Tan sólo es un consejo, un simple consejo a llevar a cabo con éxito garantizado. ¿Qué es lo que pasaría?. Evidentemente que una receta-diagnosis con tan pocas medicinas y consejos haría perder valor y credibilidad a ese terapeuta.

Y aparte, aunque solo sea una sugerencia médica, es muy difícil de cumplir. De hecho es mucho más fácil hacer un montón de cosas e incluso gastarse una buena cantidad de dinero para demostrarse el esfuerzo que uno hace para curarse. Son el pago de nuestra remisión por los pecados de los malos hábitos.

El paciente urbano prototipo, con una Patía de su naturaleza o, si se prefiere, con una Naturopatía, está dispuesto a gastarse mucha pasta en una herbodietética. Está harto de su fugaz visita con su médico de cabecera y tomar sus venenos curalotodo recetados por escritura automática  teledirigida  por la propaganda multinacional. El (im)paciente de hoy en día quiere más atención y complejas explicaciones que justifiquen ese extraño malestar o desequilibrio que tanta ansiedad le produce.

Cada naturópata ingenia sesudamente completos y originales diagnósticos. El (im)paciente espera con anhelo el remedio definitivo y realiza toda una romería de terapeutas durante años para encontrar qué es lo que le pasa, cuál es el medicamento definitivo o el nutriente clave que debe suministrar a su organismo

La agresión urbana y sus refugios
Durante este peregrinaje terapéutico, el sufrido paciente no duda en gastar mucho dinero en un buen repertorio de productos curativos que luego no toma, comida especial de tienda ecológica que en realidad no le gusta. Como por ejemplo las algas y los cereales inmasticables. ¿No me vais a decir que los que habéis sido sugeridos a tales prácticas como yo mismo, nunca habréis tirado a la basura una bolsa de algas a medio consumir, pasadas o incluso sin empezar?.

Y que decir de toda la infinidad de productos «naturales» de la cochinchina que promociona la dieta de “lo Natural”. Ese periodo es bien conocido por todos los afectados por el síndrome del urbanita. Sí sí, me refiero a esa etapa en la que, sin darnos cuenta, las dietéticas se convierten en un refugiobunker a la agresión contaminante de la ciudad y de todos sus elementos. Serían como una especie de capillas de avituallamiento en este bucle sin fin de terapias alternativas. Y entonces cómicamente se producen historias del tipo:

«Consigo pasar media ciudad, un desierto todo lleno de bares con refrescos carbonatados azucarados, cafés, bollería farinácea y carnaza rebosante de grasas animales… de repente…¡un OASIS! Huele a incienso o aromaterapia a veces, hay una fuentecilla en la entrada o se oye musiquilla de mantras y el omh, ¡ohhh! ¡Estoy a salvo! Dios que feng shui que hay allí. Han curado todas las geopatías habidas y por haber, la cobertura de móvil inhibida…. no me lo creo… me pido un biozumo en botella de vidrio, unos snaks macrobióticos o una barrita energética (ya pasó el tiempo de la tapa rinítica de jamón ibérico de bellota y la cañita de turno con ‘humidificación del bazo’, ya no, me he curado de ese mal vicio). Ahora mi triunfante voluntad me hace disfrutar de esa deliciosa comida certificada ecológica, he regulado el ying y el yang de mis órganos… me sabe mal por los plastiquillos y el envase del zumo, soy más consciente de mi huella ecológica, pero ahora las ciudades tienen containeres coloridos de reciclaje. Gracias a la medicina alternativa he equilibrado mi armonía y estoy en un punto más natural.”

Las consecuencias de la Urberesistencia
Pero, ¿qué pasa con la mayoría de gente resistente a la ciudad, con la que aún les aguanta el cuerpo toda esta dureza de tal medio hostil para nuestra naturaleza?. Para sobrevivir en la ciudad, la mayor parte del personal poco a poco se ha ido convirtiendo en bloques de hormigón inconscientes. Se crea una tenebrosa seudo vida mental substitutoria. Es normal, la ciudad vampiriza la vida a los seres humanos que en ella se mueven, y ellos, para sobrevivir, deben vampirizar la energía vital en el extrarradio de todo lo que pueden, esquilmando la vida en la tierra mediante los brazos del pulpo industrial. La falta de contacto con el sol, el no vivir en un espacio abierto y limpio en plena naturaleza, hace que nos convirtamos en entidades humanas desvitalizadas y adormecidas. Ese brutal desgaste de forma de vida se suple artificialmente con un despilfarro de energía y medios.

Lo habitual es el comer carne y todo tipo de semi estimulantes diariamente y a toda hora. La carne tiene un poder recuperador físico enorme, aún y el coste en toxinas que recibe el cuerpo, comiendo la carne y el espíritu de otros seres semejantes reponemos nuestras pérdidas, y podemos afrontar ese intenso desgaste de la agresión urbana y su esclavitud total por la actividad laboral deshumanizada, obligadamente necesaria “para ganarse la vida”.

Creo y teorizo que esta sería una de las más importantes razones por las cuales el sistema ha tenido que inventar la odiosa ganadería intensiva. Sin la carne y el azúcar refinado, tengo la extraña sensación de que las ciudades no serían lo que son ahora…

Otros medios de recuperación del urbanita, podrían ser los costosos viajes turísticos vacacionales con el fin de regenerarse, y, como es norma, olvidando los costes medioambientales que producen; desplazamientos globales por tierra, mar y aire, y la antiecológica infraestructura turística. También es interesante nombrar toda esta actividad para complementar esas faltas de la vida en la urbe, como pueden ser los complementos nutritivos y la industrialización de síntesis extractiva de materias primas, monocultivos, etc. Y, cómo no, la producción de entretenimiento con su industria del cine o TV y el despilfarro culminante de la estupidez humana: las compras y toda la maquinaria extractiva productiva industrio comercial que está dejando nuestro planeta verde-azul, en un planeta asfalto-luces publicitarias.

Lo Natural, la Nueva Era y la cultura Bio
Al hilo de lo escrito, no quiero olvidar mencionar, también dentro de esta relación, el teóricamente inocuo uso de “lo natural” en las ciudades, como supuesta fuente de vida sin daños colaterales. Acompañado por una religión sincrético confusa, en la que se hace un ecléctico esfuerzo para no identificarla con ningún tipo de creencia institucionalizada, declarando sobre todo que “no es una religión como las demás”,  es un despertar para el cambio de paradigma, un movimiento espiritual libre, la Nueva Era.

Amig@s, la verdad es que lo de las herbodietéticas llenas de hamburguesas vegetales y bollería refinada a lo Bio me deprimen el alma… ¿no os parece una sustitución de toda la gama de productos Mc’Adictivos estandarizados? Quién quiere comer sano no tiene porque comer en un formato estereotipado saciador bioansiolítico.

No me da la sensación de dietético lo que veo en las dietéticas, aunque ofrecido con buena voluntad, no dista mucho del clásico producto procesado e industrial. Desde mi punto de vista algo dietético empezaría por serlo siendo vivo, digestivo y orgánico, lo cual parece olvidarse muchas veces en las herbodietéticas, donde todo esta mega empaquetado como en el peor de los supermercados y donde los productos son importados desconsideradamente desde cualquier rincón de este planeta. Quizá irse a buscar una barrilla de pan y una ensaimada con la bolsa de ropa al panadero de siempre, o ir con la cesta al mercado de toda la vida, no es tan antiecológico en términos generales al fin y al cabo.

Por el contrario, la tendencia hacia lo Biodietético, hace que me compre unos espaguetis de Italia, un pan de Alemania, un queso de Francia, una soja de Sudamérica, un arroz de Tailandia….y  todo en sus bolsas perfectamente etiquetadas. Y otro despropósito más: que siempre que se funda una bombilla en casa se reponga por una de bajo consumo obedeciendo a uno de los mandamientos del Global Wharming, pero ignorando que estas bombillas verdes son una mina antipersonal en potencia por la cantidad de venenos que contienen en su interior y un derroche de medios en cuanto a su fabricación. En definitiva,  lo importante es que nosotros ahorremos la energía no la industria, ya que no puede parar de fabricar costosos productos para nuestro mercado “alternativo”.

Consumo responsable y rurbanización
Por suerte, parte de los consumidores más conscientes han creado-recuperado las cooperativas de consumo y producción local ecológica, donde van con sus cajas y sus bolsas de ropa para comprar a granel, y donde además, en principio los productos proceden directamente del productor. Esta opción tan positiva para la salud y economía de los consumidores está potenciando la producción ecológica de la agricultura cercana de estos núcleos urbanos. Lo cual es muy favorable para los campos externos, pero desgraciadamente mantiene las ciudades y sus habitantes, aunque más sanos,  en un esquema de vida urbano parecido.

Si os fijáis, el mundo de las terapias pierde el sentido fuera de las ciudades. Y lo mismo le pasa a este tipo de agricultura biológica. Si no se puede producir para las ciudades, ¿para qué se concibe? En el campo la gente ya hace una vida bastante sana, y no son unos consumidores compulsivos de “lo Natural”.

Los urbanitas si son unos adictos a “lo Natural”, y sólo hay que ver la publicidad como abusa del término “natural” para entender el negocio que supone acercarse a esos criterios aunque sea falsamente, como se puede observar en la mayoría de productos, tanto alimentarios como energéticos.

En fin, las opciones de consumo responsable serán justas y correctas cuando se produzcan siguiendo humildes modelos rurales del pasado pero actualizados con tecnología y conocimiento de hoy.
En mi opinión, difícilmente habrá consumo responsable con tantas opciones atractivas poco racionales de consumismo mientras se tengan los pies en la ciudad. Por tanto, basta ya de querer Naturalizar la  vida Urbana, cuando en realidad la tendencia de siempre ha sido el fatídico Urbanizar la Naturaleza. Siendo sensatos y éticos con nuestra vida, tan solo es admisible empezar de nuevo en un moderno proyecto de reruralización, ruralización urbana o, como algunos ingeniosamente llaman, Rurbanización.

Atrapados en el cemento
Así es que de momento, mientras no se sucedan estos radicales cambios, sus habitantes viven en una enfermedad crónica que se ha ido convirtiendo en una pauta dentro de la calidad de vida normal. Se que decir esto es una herejía en nuestra cultura ultra tecnológica y avanzada del bienestar. Y ya no se nos ocurra hablar de algún historiador o antropólogo que haya descubierto culturas no urbanas completamente sanas viviendo en armonía. No tan sólo se desacredita completamente sino que se niega rotundamente.

Es cierto que la enfermedad ha existido siempre, pero sobre todo del tipo actual, desde que empezamos a vivir en pueblos y ciudades. Al igual que en los peces aparecieron enfermedades cuando los hacinamos en piscifactorías. Resulta que las enfermedades que se conocen en peces, solo se producen en sitios contaminados costeros y en piscifactorías. Qué análogo es con la humanidad. Fue alejarnos de la naturaleza cuando empezaron nuestras patías. El gremio de la medicina estalló, era lógico, hacía falta un sistema para devolverle a la humanidad su salud. De aquí que se inventaran todo tipo de ingenios sanitarios para restablecer el desequilibrio de lo natural, tanto de la medicina tradicional como de las actuales medicinas modernas. A mi modo de ver, y con toda la buena intención, creo que todo este tipo de bondadosos servicios de ayuda al personal urbano,  se están olvidando de lo primordial. Sin lugar a duda su ayuda es fundamental para todos nosotros, pero creo y repito desde mi punto de vista, que deberían añadir una Orientación Final en su tratamiento.

Remedios lúcidos contra la Urbepatía
Para ser un centro de la salud honesto, lo que tendrían que recetar es una huída vital de la ciudad y todas sus Urbepatías de su Naturalidad. Tendrían que decir:

«Sinceramente, no gaste su dinero en curar lo incurable, ahorre el dinero para irse de este medio que le esta enfermando, tanto desde sus incontables contaminaciones físicas, como del planteamiento social de vida malsano. Prepárese lo antes posible, ¡no se demore! Usted, antes que nada, necesita respirar aire puro. También debería beber agua viva limpia sin tratar y de manantial. Usted  no solo necesita silencio para descansar en las noches, también para vivir en paz durante el día. Usted necesita alimentos vivos y naturales hechos con respeto y cariño. ¡Por favor!, no hay nada más enfermizo que vivir con estrés, búsquese un sitio donde encuentre calma y libertad para vivir lo que su Ser desee y con quien desee. Cambie su vida radicalmente. Utilícenos para depurarse y ver las cosas mas claras en su camino hacia el bienestar real, pero no se quede en eso, revolucione su vida. Gane un poco de fuerza y márchese. Esto no es un centro de salud, esto debería ser un centro de orientación vital y rescate de seres ya demasiado frágiles y sensibilizados. No intentamos modificar o adaptar las personas con una sobredosis de productos y costumbres a “lo natural”, sino que siendo conscientes de que nuestra esencia ya es natural, lo primordial entonces es buscar su medio original.”

Petición desde el corazón
La ciudades sobreviven a esta locura en parte porque un sector bienintencionado de sus habitantes, como vengo reflexionando, se dedican a la restauración lucrativa del estado natural del personal afectado. Es cierto que hoy todo es negocio, pero es lastimoso que se tenga que mercantilizar el derecho al bienestar natural. Cuanto antes se tome conciencia de este aspecto, y honestamente nos desocupemos en intentar curar lo incurable, antes llegará la crisis profunda por falta de apoyo a la que tiene que llegar la ciudad para que cambie su modelo radicalmente y se convierta en un lugar humanizado donde la vida se pueda desarrollar saludablemente. Cuanto antes dejemos de alimentar al monstruo urbano con nuestro impulso vital, antes pararemos toda la innecesaria mega estructura inconsciente que está destruyendo el planeta.

Si queremos hacer otro tipo de ciudades y de vida en ellas con respeto por el resto del planeta debemos refundarlas completamente. Y para hacerlo bien, las que hay, deben ir muriendo y rediseñar otros tipos de formas de vida completamente respetuosas con el medio ambiente global y sus habitantes, si queremos continuar existiendo en este precioso planeta.

Es en este sentido que este escrito es una llamada a los sectores sociales jóvenes de espíritu y más concienciados, que aún viven en la ciudad. Que con su gran sensibilidad, compasión y fuerza mantienen en cierto equilibrio la vida en ese inframundo. Es una llamada para que abandonen su apoyo y esperanzas en la renovación del Obsoleto Modelo Urbano y preparen el valiente y responsable cambio de vida hacía la transición en lo rural, tan apropiado para estos tiempos que vienen. Desviando así su valiosa energía vital de apoyo al Yermo Asfalto, para dedicarse ahora al Fértil Campo olvidado. Permitiendo que la balanza se estabilice, y el Campo recupere su fuerza para contra el Sistema de Muerte Urbano.

Enric Trenchs Matas

Vía: Milveus

Informaciones e ideas adicionales:

Abraza la tierra
Ecoaldeas
Permacultura
Sabatica

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11 Responses

  1. Eva Monferrer

    11 diciembre 2008 00:06

    Querido Enric, gracias por tu inteligente humor y por tu custodio razonamiento. Creo que has visto más allá de la ortodoxia alternativa. Un ¡hurra! por apoyar la Vida y no la supervivencia.
    A ver si encontramos com MMar y Angel algún rincón perdido en Soria o algo así y nos proponemos VIVIR. (es broma, que yo tengo aún mucho trabajo que hacer en la urbe).
    Bien, hasta pronto. Mis elogios y ¡¡ánimo!!
    Ah!! un consejo: Cuidado con lo que denuncias… hay ojos por todas partes…
    Recuerda: Cauto como la serpiente, y puro como la paloma.
    Un gran abrazo!!

  2. Laura

    30 diciembre 2008 03:43

    Excelente artículo… No puede estar mejor explicado.
    Sólo espero ahora que esto sea un impulso más fuerte para colaborar en esto y no una sugestión para sentir que el aire que respiro me asfixia cada día más….¡Quiero vivir lejos de la ciudad!….

  3. Pilar

    10 enero 2010 23:53

    Les animo a investigar sobre la idea de Slow Food, que propone las cittá slows. Pequeñas urbes con negocios locales que se alimenta del entorno rural más próximo, cooperativas artesanas,no vallas publicitarias ni rótulos de neón, nada de alarmas ni cámaras. Cumplir con las 3R. Muchas zonas peatonales y carriles bici.etc.etc. Hay ejemplos concretos reales. Cada ciudad según su idiosincracia decide qué es lo más adecuado, pero en general deben seguir esas pautas.
    Pilar

  4. Enric

    11 enero 2010 00:49

    Gracias Pilar,
    No se si habrás podido leer el artículo. En él basicamente me centraba en la necesidad vital de que las personas que no están bien deben salir fuera de la ciudad para curarse y olbidarse por un tiempo del titánico esfuerzo de cambiar la urbe, mientras «los que podemos» vamos intentando establecer una transición, sea con el slow food o el transitions town o el menos comun de los sentidos.
    No hemos perdido la esperanza, lo que una persona enferma tiene muchos menos números de sanar en la ciudad, eso es conocido por todos los sensatos médicos de siempre.

    Sabemos que nos queda mucho por andar, y si puede ser como dices lo antes possible en bicicleta y con coches de energía de punto zero.
    un saludo

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