«Y, mientras cobraba, le contó a mi amiga que llevaba cinco años en España y que, cuando llegó, se le habían saltado las lágrimas en más de una ocasión por la RUDEZA DEL TRATO de la gente: no pedían las cosas por favor, no daban las gracias, a menudo ni contestaban sus saludos. “Al principio pensaba que estaban enfadados conmigo, pero luego ya vi que eran así”.
«De todos es sabido que el español tiene modales de bárbaro (…) Hoy todos esos usos corteses, esas convenciones amables que las sociedades fueron construyendo a lo largo de los siglos para facilitar la convivencia, parecen haber desaparecido en España barridas por el huracán del desarrollo económico y de una supuesta modernización de las costumbres»
Rosa Montero
«Buenos días», «adiós», «gracias», «de nada», «por favor» no son palabras sin trascendencia. Acompañadas de una sonrisa y actitud sincera se convierten en un estado de ánimo que acompaña nuestra día a día y puede armonizar el mundo.
La amabilidad interna y la buena educación externa como expresión de esta, no es algo victoriano, cursi, hipócrita o anti-alternativo, sino elementos importantes en una sociedad más consciente, relajada y amorosa, porque normalmente la parquedad y el mal gesto van unidos a prisas, enfados que bajan la vitalidad de las personas y un ritmo de vida acelerado que nos hace perdernos el aquí y ahora.
Además, las palabras emiten una vibración determinada y, como demuestran las investigaciones energéticas de Masaru Emoto con fotos de agua congelada sometida a diferentes estímulos, la palabra «gracias» construye unas formas geométricas mucho más bellas y perfectas que insultos o amenazas.
Obviamente no nos referimos a esa agresividad cuando hablamos de «la mala educación», pero es un ejemplo de que los buenos modales honestos emiten una frecuencia positiva que nos beneficia a nosotros y a aquellos con quienes interactuamos.
En un reciente artículo en El País titulado «Aprendiendo modales en el supermercado», la escritora Rosa Montero critica con dureza el trato rudo y hostil de los españoles en la actualidad, en comparación con las maneras más «dulces, amables y educadas» de las personas de origen sudamericano de primera generación porque, por mimetismo, tanto la mala alimentación como la mala educación se contagian.
Sea la situación tan extrema como ella la pinta o no, lo importante son sus conclusiones de que los buenos modales son las bases de la convivencia, del respeto y de la empatía hacia los demás.
Merece la pena reflexionar a nivel personal sobre este tema contemplando esa gota de agua e imaginando cómo sería nuestro cuerpo y nuestro mundo, mayoritariamente acuático, si la amabilidad y la dulzura imperase en nuestras relaciones. Seguro que mucho mejor…
Estas son las palabras de Rosa Montero:
APRENDIENDO MODALES EN EL SUPERMERCADO
Hace algunos días, una amiga mía estaba haciendo cola delante de la caja de un supermercado. Era una hora punta y había mucha gente. Cuando llegó su turno, mi amiga, que ya había vaciado su cesta sobre la cinta, dijo: “Buenas tardes”. La cajera, una chica de aspecto andino, levantó sobresaltada la cabeza de su afanoso marcar y marcar. “Ay, señora, perdone, buenas tardes”, dijo con su suave acento ecuatoriano: “Es que una termina perdiendo los modales”.
Y, mientras cobraba, le contó a mi amiga que llevaba cinco años en España y que, cuando llegó, se le habían saltado las lágrimas en más de una ocasión por la rudeza del trato de la gente: no pedían las cosas por favor, no daban las gracias, a menudo ni contestaban sus saludos. “Al principio pensaba que estaban enfadados conmigo, pero luego ya vi que eran así”.
De todos es sabido que el español tiene modales de bárbaro. Aún peor: consideramos nuestra grosería un rasgo idiosincrásico y hasta nos enorgullecemos de ella. “Somos ásperos pero auténticos”, he oído decir en más de una ocasión. Y también: “Es mejor ser así que andarse con esas pamemas hipócritas y cursis que se gastan otros pueblos”. Y por pamemas cursis nos estamos refiriendo pura y simplemente a la buena educación. En muchas cosas, por desgracia, seguimos siendo un país de pelo en pecho al que le gusta alardear de ser muy macho.
Resulta sorprendente que nos hayamos convertido en un pueblo tan áspero y tan zafio, porque, en mi infancia, a los niños se nos enseñaba todavía a saludar, a dar las gracias, a ceder el asiento en el autobús a las embarazadas, a sostener la puerta para dejar pasar a un incapacitado, por ejemplo.
Hoy todos esos usos corteses, esas convenciones amables que las sociedades fueron construyendo a lo largo de los siglos para facilitar la convivencia, parecen haber desaparecido en España barridas por el huracán del desarrollo económico y de una supuesta modernización de las costumbres. En no sé qué momento de nuestra reciente historia se llegó a la tácita conclusión de que ser educado era una rémora, una práctica vetusta e incluso un poco de derechas.
Me temo que defender los buenos modales, como hago en este artículo, puede parecerles a muchos una reivindicación casposa y obsoleta. Pero en realidad los buenos modales no son sino una especie de gramática social que nos enseña el lenguaje del respeto y de la ayuda mutua. Alguien cortés es alguien capaz de ponerse en el lugar del otro.
Dentro de esta educación en la mala educación que estamos llevando a cabo de modo tan eficiente, son los chicos más jóvenes quienes, como es natural, aprenden más deprisa. No sólo es bastante raro que un muchacho o una muchacha levanten sus posaderas del asiento para ofrecerle el sitio a la ancianita más renqueante y temblorosa que imaginarse pueda, sino que además empieza a ser bastante común ver a una madre por la calle cargada hasta las cejas de paquetes y flanqueada por el gamberro de su hijo adolescente, un grandullón de pantalones caídos que va tocándose las narices con las manos vacías y tan campante.
Algunas de estas madres llenas de impedimenta y acompañadas de hijos caraduras son emigrantes, lo que demuestra la inmersión cultural de la gente extranjera: las nuevas generaciones crecidas aquí enseguida se hacen tan maleducados como nosotros. Pero, por fortuna, también sucede lo contrario.
Quiero decir que, en los últimos años, muchos de los trabajos que se realizan de cara al público, como los empleos de cajero o de dependiente en una tienda, han sido cubiertos por personas de origen latinoamericano. Dulces, amables y educados, esas mujeres y esos hombres siguen insistiendo en dar los buenos días, en pedir las cosas por favor y en decir gracias.
Algunos, sobre todo aquellos que vinieron hace años, como la cajera que se encontró mi amiga, tal vez hayan relajado un poco su disciplina cortés, contaminados por nuestra rudeza. Pero la mayoría continúa siendo gentil con encomiable tenacidad, y así, poco a poco, están ayudando a desasnar al personal celtíbero.
¿No se han dado cuenta de que estamos volviendo a saludar a las dependientas? Yo diría que en el último año la situación parece haber mejorado. Las colas de los supermercados, con sus suaves y atentas cajeras latinoamericanas, son como cursillos acelerados de educación cívica. Quién sabe, quizá los emigrantes consigan civilizarnos.
Vía artículo de Rosa Montero: El País
Foto: Película de Almodovar
En El Blog Alternativo: Un mundo sin quejas. El reto de los 21 días
En El Blog Alternativo: Entrevista a Joan Garriga: «Quejarse baja la vitalidad de las personas»
14 abril 2010 20:39
No sólo deberíamos recuperar esos usos «arcáicos» como obligaciones inculcadas por nuestros padres, tambien deberíamos darnos cuenta, que hacerlo con una sonrisa y de todo corazón, tiene, amenudo, la recompensa de despertar el efecto dominó en la otra persona la cual, nos devolverá el saludo con otra sonrisa, haciendo que el ambiente se vuelva más relajado y haya mejores vibraciones. La empatía es algo que hay que cultivar desde pequeños para que nuestro corazón se acostumbre.
15 abril 2010 08:23
Bon dia, (es broma) estoy totalmente de acuerdo con Can-men y Lilum, yo tengo automatizados muchos gestos «de buena educación», y en ocasiones en el rellano o en la entrada cuando he saludado a alguien que no conozco me han mirado incluso con miedo, al principio pensaba que era por mi altura (mido 1’80), pero no, la gente se sobresalta porque ha perdido la costumbre del saludo. Incluso se asustan cuando entran cargados y les sostienes la puerta, no pierden de vista su compra. En resúmen se llega a sospechar de lo que debería ser habitual. Así que ¡ a ver si somos capaces de cambiarlo !. Saludos.
15 abril 2010 09:38
A pesar de que yo soy de las de «buenos días», «gracias» y «por favor», una vez me tocó trabajar el día 25 de diciembre y no es un sitio habitual donde la gente actúe con amabilidad precisamente; piden su billete, se lo das y «arreando». Pero me sorprendió gratamente que algunas personas me desearan «Feliz Navidad». Tod@s l@s que me lo dijeron eran sudamerican@s…
Cierto es que en casa usamos mucho «gracias» y «por favor», pero la gente siempre se sorprende cuando mi hijo Victor (11 años) les abre la puerta para que pasen o cede el asiento a los ancianoso o dice alguna palabra amable. Aunque creo que es imprescindible el ejemplo que le demos.
El «haz lo que digo, no lo que hago» no sirve.
Pero ya no es solo lo que salga de la boca, sino la intención que le pongas.
Ya no es solo el hecho de decir, sino de poner la mejor se tus intenciones en ello, cuando de verdad dices «gracias».
Gracias por ayudarme, por estar ahí, por existir, por hacer que me vea reflejado en tí, por hacerme ver tu realidad, por ser parte del Universo, por ser, como yo, espíritu…
Todos somos uno, todos queremos lo mismo y a todos nos gusta que nos traten amablemente.
Gracias (con toda mi intención).
;)
15 abril 2010 13:43
Una vez un vendedor ambulante me ofreció una rosa por la calle: «¿Señor, quiere una rosa?» Yo le contesté: «No, gracias». Su respuesta fue: «Oiga, que es pagando eh?!?!»…
15 abril 2010 15:35
Creo que Rosa Montero utiliza un recurso muy habitual en las columnas periodísticas: la exageración, para así llamar la atención sobre lo que después viene a decir. Lo siento pero tengo que decir que esta cuestión tiene su grado de verdad en ciertas grandes ciudades, pero afortunadamente 80% de la población española no vive en ellas. Yo vivo en una pedanía de 700 habitantes pero soy y trabajo en una de esas grandes ciudades. He contado rápidamente que durante el día de hoy he recibido varios hasta luegos, otros tantos adioses, he escuchado un par de «por favor» y nadie (por ahora) me ha lanzado ningún exabrupto. En fin, que hay quien se cree que en todas partes cuecen habas!
15 abril 2010 16:40
Cuando se habla de esta «mala educación» automáticamente uno piensa en niños y adolescentes. Me da una pena terrible comprobar que hoy en día son muchas las personas mayores (de sesenta para arriba), a quienes siempre tuvimos como ejemplo de buena educación, quienes menos cuidado tienen a la hora de ir por la calle. Y no me refiero sólo al hecho de saludar y dar los buenos días (que brillan por su ausencia) sino a gestos cotidianos. En estos momentos en los que estoy considerablemente embarazada y que paseo con una niña de dos años y pico, tengo que tener un gran cuidado de que estos abuelos y abuelas no se nos lleven por delante en un deambular errático por las aceras, porque ni se fijan si hay más gente alrededor cuando se giran con sus paraguas en ristre, ni respetan que tú vayas por tu «carril» invadiendo tu espacio, ni tienen especial cuidado a la hora de ocupar/ceder espacio en bancos, ascensores, ni espacios públicos. Van a lo suyo y punto. Es una pena, pero me toca verlo todos los días. Y ni si quiera pienso que se trate de «mala educación» porque estas personas mayores recibieron la suya hace muchos años. Desgraciadamente, muchos abuelos/as son el colmo de la «deseducación» en nuestros días.
15 abril 2010 23:21
En esta sociedad por desgracia se va per
diendo el respeto, la comprension y el
afecto por todo y por todos. Cuanto más
nos desliguemos de nuestro ser unitario y más nos afiancemos en la división, la
autoafirmación y el egoísmo como actitud
,más se irá degenerando el medio ambien-
te social en el que nos movamos…
Hay que empezar de nuevo un retorno ha-
cia la sencillez y el respeto, primeros
escalones para una verdadera convivencia
social, cultural y espiritual.
16 abril 2010 19:40
Hola Mónic: no me referia a que sólo los jóvenes sean mal educados. Ya sabemos que esto es una «enfermedad contagiosa» que no conoce edades. Me referia a que quizás la vacuna està en educar a nuestros hijos para que contagien a los demàs. Cuando yo he estado embarazada,normalmente eran jóvenes ( de otras nacionalidades, sobretodo árabes ) los que me cedian el asiento.
13 mayo 2010 01:13
No estoy de acuerdo con quien dice que exagera. Pasad 15 minutos en mi lugar de trabajo y lo de la exageracion lo discutimos. Trabajo en Barcelona en el centro comercial de L´Illa Diagonal, quien lo conozca sabra que clase de clientela abunda por alli (gente bien), soy encargada de una tienda (la de caramelos) y obviamente tambien soy dependienta y estoy de cara al publico, creedme cuando os digo que cada dia doy las gracias a mis padres por la educacion que me han dado, siendo una familia humilde me han sabido dar esta educacion que me empeño en prodigar cada dia, no sin mucho resultado, porque otra cosa que tengo clara es que el dinero no lo puede comprar todo por mucho que tengas en tu cuenta corriente. Aqui nos saludamos sobre todo los que somos trabajadores del centro, entre la clientela los «buenos dias» «hola» «gracias» «adios» brillan por su ausencia, a veces me coge con muy mal cuerpo y me van quemando haciendo que yo misma no diga ni hola o lo diga sin sentirlo de verdad… pero enseguida recapacito y pienso «tu no eres asi» y realmente me cuesta no ser como soy por lo que, aunque me cabree, sigo dando los buenos dias, las buenas tardes y las gracias a todo el mundo con una sonrisa en los labios (a veces me la pueden borrar) porque a mi me enseñaron a ser asi. Es cierto que hay personas realemente agradables que si te saludan y te agradecen, son las menos, y si encima ves que lo hacen de verdad, de corazón, te quedas con una sensacion super agradable y piensas «que vuelva mas veces por favor» pero como digo, son los menos y es una pena porque te va afectando al caracter (yo intento que no eh?) Bueno, seguire luchando por contagiar esta «enfermedad» llamada educacion, jejeje. Un abrazo.
13 mayo 2010 17:34
Para empezar estoy deacuerdo en que la educación se ha ido perdiendo, pero eso de que los inmigrantes conseguirán civilizarnos lo dudo mucho, porque si los Españoles son brutos, ellos lo son el doble, que educados hay 4, porque he tenido mala experiéncias con lationoamericanos, negros, moros etc. Y sino, no hay más que mirar las bandas latinoamericanas, o de donde procede mayormente la droga, etc etc etc.