Los animales nos demuestran su amor incondicional
y crean vínculos con los humanos muy especiales.
Desde hace algunos años se han popularizado algunas disciplinas de terapia con caballos, pero el efecto beneficioso de los mismos ya lo conocían los griegos que aconsejaban la práctica de la equitación. Incluso el propio Hipócrates desde el 460 antes de Cristo hablaba del lo saludable que era trotar a lomos de un caballo o en el siglo XVII la medicina utilizaba la equitación para combatir la gota.
En el año 1875 el neurólogo francés Chassiagnac descubrió que un caballo en movimiento mejora el equilibrio, el movimiento articular y el control muscular de los jinetes.
Consideraba que montar a caballo mejoraba el estado de ánimo y era especialmente beneficioso para los parapléjicos y pacientes con trastornos neurológicos.
El principal país en el que hubo un auténtico resurgir de la hipoterapia fue en Alemania aunque también hay escuelas que surgen en Norteamérica. Se basa principalmente en el establecimiento de una relación directa entre el movimiento del caballo y la respuesta del jinete.
¿Pero realmente como funciona todo esto?
Un caballo es un animal de gran tamaño, normalmente es orgulloso y un poco cabezota al que hay que llegar con humildad. A la vez son animales nobles, potentes y salvajes.
Son 450 Kg de promesa de aumento de autoestima, de amor incondicional, por el vínculo que se crea entre el terapeuta de 4 patas y el paciente. Tal vez es el tacto suave de su pelo, el calor que transmite al montarlo, el movimiento acompasado que hipnotiza o la libertad que sugiere por unos momentos.
O tal vez es únicamente la sensación de robustez, la protección o la comunicación no verbal que se crea entre jinete y caballo. Al ser un ser vivo hay un fuerte estímulo a nivel sensorial y no hay barreras de comunicación ni prejuicios. Con su movimiento regular nos da una pauta de movimiento, un ritmo, una cadencia tranquilizadora a la vez que firme y una sensación de libertad.
Los caballos ayudan a sanar problemas físicos ya que su movimiento se transmite en la cadera y el tronco del jinete el cual consigue una corrección postural, mejorando el equilibrio e incrementando la resistencia física. Es muy indicado para gente con poca movilidad, para estimular zonas musculares que habitualmente no se trabajan.
Se incrementa la confianza del jinete al superar el miedo de una actividad física desconocida y establecer un vínculo con el caballo.
La tipología de usuarios de una disciplina de este tipo es muy variada, ya que puede haber personas con depresión, con problemas neurológicos, accidentados de tráfico o niños con autismo como se explica maravillosamente en este post, etc…La interacción entre los pacientes y los caballos, educadores y voluntarios, hace que sea beneficioso también para la interacción social.
Normalmente los centros terapéuticos están formados por profesionales de diferentes disciplinas para que dicha terapia se haga de una manera efectiva y para que no suponga ningún riesgo para el usuario. Constan a su vez de un equipo de voluntarios que gozan de la interacción y compañía de los animales, viven la ilusión en las miradas de esperanza mientras disfrutan de los progresos de los jinetes.
Se habla genéricamente de equinoterapia ya que últimamente se practican en algunos centros terapias con asnos y ponis además de con caballos.
Durante mi experiencia como voluntaria sentí mucha emoción al ver el vínculo que se crea entre jinete y caballo, el cuidado con el que el animal trata al usuario, la prudencia en sus movimientos para no hacer daño a un niño cuando este le peina o le da una zanahoria al acabar la clase y al ver al gratitud del jinete por todo lo recibido.
Más información: Hipoterapia