Iván Ballesteros es biólogo y doctor en Farmacología y Terapéutica Humana. En su libro «Quiero aprender cómo funciona mi cerebro emocional» explica las bases neurobiológicas de la emoción.
En El Blog Alternativo hemos tenido la oportunidad de entrevistarle. Nos habla de cerebro, emociones e inteligencia emocional.
¿Podemos afirmar que el hombre se diferencia de los demás seres vivos por su capacidad de emocionarse?
Todo lo contrario, la emoción aparece en la evolución antes de que lo haga el hombre, probablemente con la finalidad de avisarnos sobre los cambios que se producen en nuestro entorno de manera rápida.
Pensemos por ejemplo que nuestra vida se pone en peligro en un momento determinado. La emoción que sentiremos se llama miedo. Ese miedo activa nuestro sistema nervioso y nos prepara rápidamente para generar una respuesta adaptativa. En el caso del miedo existen tres tipos de respuesta básica, en inglés las tres empiezan por la letra F y son “fight” “flight” y “freeze”, que podríamos traducir como luchar contra ese acontecimiento, huir de él o quedarnos petrificados ante este. Humanos y mamíferos, como los chimpancés, los roedores o los felinos elaboramos ese tipo de respuestas emocionales básicas. Todos, incluido el hombre, nos emocionamos de alguna u otra forma.
En tu libro «Quiero aprender cómo funciona mi cerebro emocional» hablas de las conexiones entre la biología del cerebro y las emociones.
Sí, en este libro hablamos de cómo se origina la emoción durante la evolución de la vida, las posibles causas que propician la aparición de este rasgo evolutivo y las áreas del nuestro cerebro que se activan ante un “estímulo emocionalmente competente”, es decir, “todo eso que nos emociona”.
Además, reflexionamos acerca de cómo ocurre, poniendo nuestra atención en las “etapas”. Éstas siguen nuestro organismo hasta que somos capaces de darnos cuenta de que nos hemos emocionado. Es un libro de biología, pero también hay mucha psicología ahí dentro. En ocasiones, en el campo de la neurociencia es difícil separar ambas disciplinas. Obviamente si queremos comprender la complejidad de nuestro yo emocional.
Creo que este libro es un buen compañero para entender las bases biológicas de las emociones. Por otra parte, nos aporta herramientas que podremos utilizar en nuestro día a día para completar nuestro aprendizaje sobre qué significa y qué ocurre cuando tiritamos de miedo. O lloramos de alegría o tristeza o enfurecemos con el enfado.
¿Tiene algo que ver con la llamada inteligencia emocional?
Si, mucho. Porque lo que entendemos por inteligencia emocional es nuestra capacidad para “racionalizar” la emoción y elaborar la mejor respuesta ante esta. Podemos decir que las personas que realizan correctamente esta racionalización son emocionalmente inteligentes. Lo que ocurre es que cuando se nos pide que definamos el término emoción, muchos nos quedamos en blanco. Es difícil ponerle palabras pero aún así actuamos rápidamente ante ella, sin necesidad de pensarlas.
Cuando pensamos sobre la emoción generamos un sentimiento y esos pensamientos, más o menos acertados, determinarán cómo de desarrollada está nuestra inteligencia emocional. Hablar de biología emocional nos proporciona una serie de conocimientos.
Que nos puede permitir unir de una mejor forma emociones y sentimientos. En este punto me gustaría dejarte ver que los sentimientos si que son, al contrario de lo que es la emoción, un rasgo muy propio de los humanos.
¿Qué factores influyen en nuestras emociones? ¿Nuestra relación con los demás, el trabajo, la alimentación, la salud…?
Desde un punto de vista muy amplio podemos decir que los cambios en nuestro entorno influyen en nuestras emociones. El aprendizaje, nuestra manera de vivir y percibir el mundo, la cultura, nuestro sentido de pertenencia… moldean aún más nuestros patrones emocionales dado que existen estructuras en nuestro cerebro que anticipan cómo nos sentiremos ante circunstancias futuras y lo hacen en base a todo esto. Normalmente prestamos mucha atención a este tipo de cosas aprendidas que van a condicionar nuestra manera de emocionarnos.
Evidentemente somos biología y factores como la alimentación o la salud pueden influir en nuestro estado emocional desde un punto de vista “físico-químico”. En el caso de la salud se sabe que cuando nuestro sistema inmune se activa para luchar contra la enfermedad se produce un cambio en nuestras conductas, en nuestra forma de sentir la emoción. Todos estamos algo tristes cuando enfermamos y podríamos pensar que es debido al malestar que esto nos genera, pero hay más, el sistema inmune actúa directamente sobre las neuronas de nuestro cerebro emocional. Esto se conoce como el comportamiento del enfermo o “sickness behaviour”.
¿Las emociones se heredan? ¿los padres depresivos tienen hijos con la misma tendencia?
Esta pregunta es complicada de responder. Normalmente, cuando hablamos de herencia genética, lo hacemos en casos muy concretos en los que conocemos que un gen específico afecta a nuestra biología.
Te pongo un ejemplo. En el caso de la depresión se ha visto que cambios en un gen localizado en el cromosoma 10 que se conoce con el nombre de Sirt1 puede explicar un pequeño porcentaje de trastornos depresivos. En este caso concreto si podríamos decir que la depresión se hereda. Como lo hace el color de los ojos o algunos tipos de cáncer. Pero existe un amplio número de casos en los que se desconoce el origen genético de la depresión y se habla mucho del ambiente como causante de ella.
Resumiendo, podríamos decir que tanto la genética como el entorno pueden estar condicionando nuestra emoción. Y mucho de esto es desconocido aún. No olvidemos que el entorno también se hereda. Ya que desde pequeños generamos una forma de entender el mundo en base a lo que nos transmite nuestro círculo más íntimo
¿Está en las manos de cada uno el tener emociones más positivas?
Yo creo que más que tener emociones más o menos positivas lo que está en nuestras manos es desarrollar nuestra inteligencia emocional. Es decir, poder afrontar la emoción de la mejor manera que nos sea posible. La emoción está ahí, y por muy optimistas que seamos ante la vida seguiremos sintiendo miedo, tristeza, alegría. Y estas emociones pueden ser muy intensas en función de la causa que las desencadene. Ninguna emoción es negativa. Todas nos dan información.
Decía Ramón y Cajal que nuestro cerebro puede adaptarse al entorno, puede cambiar. Esto se conoce con el nombre de plasticidad cerebral. Lo que cuento nos da una responsabilidad importante a la hora de afrontar la vida. Aunque determinadas situaciones pueden parecernos muy duras o incluso insuperables, siempre hay formas de adaptarse mejor o peor a ellas. Creo que podemos crecer e influir en ese camino de aprendizaje personal. Nuestro cerebro hará el resto, eso no lo dudo.
Más información: Editorial Desclée De Brouwer